Salvo en el tono, un poco menos pedante, los conceptos medulares de la presidenta Cristina Fernández fueron los mismos del discurso de la discordia del martes último, sobrecargados de impiadosa dureza contra el histórico paro del campo, aun cuando algunos dirigentes de las entidades organizadoras de la protesta por las retenciones confiscatorias, insinuaron la desactivación de los piquetes, sobre todo ante la propagación de los núcleos autoconvocados más radicalizados, que ya no pueden controlar. Tanto es así que la mayoría de los cortes de rutas, en distintos puntos del país, está en manos de pequeños agricultores que definen los planes de lucha en sus propias asambleas, sin esperar instrucciones de ningún lado. A partir de la mañana de hoy se ensayarían los primeros contactos entre el Gobierno y los gremios del campo, pero se anuncia la continuidad de la mayoría de los piquetes, como consecuencia de la falta de respuestas presidenciales, en tanto que se liberaron algunas rutas.
Es cierto que Cristina afirmó que “este Gobierno no está en contra de los pequeños y medianos productores”, pero, como dijo anoche el presidente de Federación Agraria, Eduardo Buzzi, la Presidenta no explicó cómo se instrumentaría ese distingo entre los pequeños agricultores y los gigantescos pooles de siembra, ni antes de fijar las retenciones móviles, ni tampoco en Parque Norte.
Si el Gobierno, sinceramente, deseaba la apertura del diálogo, tendría que haberse comportado con grandeza, “sin vencedores ni vencidos”, como sugirió el gobernador Hermes Binner; por lo contrario, pretendió arrodillar a los chacareros, sin ninguna clase de generosidad, con los aires de patrón de estancia que cuestiona a los otros.
No aludió esta vez a los “piquetes de la abundancia”, pero insistió en la “extorsión a los argentinos” y “el paro contra el pueblo”, sin admitir errores propios y echando todas las culpas a los productores agropecuarios. Con sus medias verdades, Cristina aludió a la merma de la tasa de desocupación, pero olvidó citar la verdadera inflación (no la del Indec); incurrió en un grueso desliz cuando denunció que los agricultores comercializan a precio dólar y todos sus costos son en pesos; advirtió que no dialoga con nadie que le ponga “una pistola en la cabeza”, pero ratifica al pistolero Guillermo Moreno en la estratégica Secretaría de Comercio; critica de palabra a los pooles de siembra y los fondos de inversión, pero con sus medidas propicia la concentración del negocio agrícola y, además, nada dice de las demoras en el tratamiento de leyes ligadas a la extranjerización de la tierra y los arrendamientos, pese a contar con mayoría en ambas cámaras legislativas; objeta el escaso empleo que genera el campo, pero desconoce la influencia decisiva de la actividad agropecuaria en la economía de las poblaciones circundantes; después se jacta de la calidad institucional, pero no la practica, pues hasta el escenario del mensaje fue inapropiado, ya que el tratamiento de un tema tan delicado requería un ámbito oficial, como la Casa Rosada; de ningún modo el entorno de un acto partidario, y menos aún con el patotero Luis D’Elía premiado por sus servicios con un lugar privilegiado en el palco, en elocuente signo de que el líder piquetero persigue y apalea manifestantes no kirchneristas con la bendición del poder. Luego, la Presidenta cometió la irresponsabilidad de reforzar desde su investidura la trasnochada teoría del piquetero, según el cual los caceroleros son golpistas. Entre los miles de manifestantes, relató que había detectado un cartel con la leyenda “Volvé Videla”, y con ese único dato, transformó a todos en virtuales golpistas; pero, lo que es peor, legitimó a la disciplinada tropa piquetera para que vuelva a las andadas represivas en las calles o la Plaza de Mayo.
Por enésima vez, Cristina citó que las retenciones tienen como fin la redistribución de los recursos nacionales para un desarrollo equilibrado de todas las regiones y sectores de la economía, pero la verdad es que los gobernadores están obligados a pedir dinero para obras o subsidios, como mendigos detrás de una limosna. Mientras se conserven estas inequidades, propias de un régimen unitario, se debilita el argumento de la redistribución del ingreso que intenta justificar la brutal transferencia de recursos del campo a la Casa Rosada, sin que los estados provinciales, ni las economías regionales, ni los productores agropecuarios, se beneficien con estas políticas centralistas, discrecionales y hegemónicas.
Entre tanto viaje en avión y helicóptero, la Presidenta tampoco se dio por enterada de los centenares de intendentes y jefes comunales del Frente para la Victoria que -en el interior del país- pidieron la suspensión de la última suba de retenciones y hasta participaron solidariamente de los piquetes. En su visión parcializada de los acontecimientos, la señora de Kirchner celebró que en el acto hubiera numerosos dirigentes de origen no peronista, asumiendo que antaño el PJ se equivocó creyendo que podía gobernar prescindiendo del resto de los sectores, pero fue incapaz de reconocer que también hay muchos peronistas con el paro del campo.
No habrá echado más leña al fuego, pero tampoco le echó agua; para muchos, desde hoy existen mejores condiciones para iniciar el diálogo, pero, en tal caso, sería más por el temor a episodios violentos en los piquetes más exacerbados, o por el malestar que pudiera ocasionar el desabastecimiento de alimentos, que en virtud de los puentes conciliadores que tendió Cristina, pues si bien llamó formalmente al diálogo, dedicó la mayor parte del discurso a alentar divisiones funcionales a su proyecto político, pero perjudiciales para el país.
(Publicado el viernes 28 de marzo de 2008 en diario El Informe)
1 comentario:
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