Crítica del libro "Argentinos" de Jorge Lanata




Ni yanquis ni marxistas ni japoneses... “Argentinos”

En dos recientes tardes de sábado, la revista Lote fue auspiciante del traslado desde la Capital Federal hasta Venado Tuerto de un movilizador foro de discusión bautizado “La política que viene”. La valiosa experiencia, pletórica de denuestos a la partidocracia tradicional e impulsora de las incipientes prácticas horizontalistas, promueve desde el debate teórico una drástica ruptura con “la Argentina que fue”, la misma que el marplatense Jorge Lanata se empeñó en reproducir -con el estilo filoso que se le reconoce- en las páginas de Argentinos, cuya primera parte se presenta en un tomo de 460 páginas, abarcando desde Pedro de Mendoza, el “primer importador de sífilis”, hasta el Centenario del Mayo de 1810, cuando el asombroso crecimiento económico de la Argentina de las carnes, los granos y las lanas, ya se concentraba cada vez en menos manos.
Presentado en abril pasado en la 28º Feria del Libro de Buenos Aires -a estas alturas transita por la séptima edición-, Argentinos es una creación que Lanata amasó pacientemente durante casi seis años de escritura noctámbula, con una rigurosidad que es propia del autor, facilitada además por la ausencia de presiones para publicar, tan usual en la literatura argentina contemporánea dedicada a temas políticos e históricos “de moda”, que por lo común sumerge a los periodistas en estresantes carreras contra el tiempo, urgidos por la histeria empresarial de inundar el mercado con “éxitos editoriales” de abundante marketing, lectura fácil y dudosa profundidad.
A diferencia de muchos de sus advenedizos colegas, el fundador de Página/12 no cae en la trampa de pretenderse historiador, aun cuando incursiona -no sin fundamentos documentales- en los tentadores meandros del revisionismo. Con las precauciones de quien se sabe fuera de su rodeo, Lanata analiza el segmento fundacional de este “excepcional” país desde la perspectiva de un obsesivo lector con veleidades de compilador. Y con la misma irreverencia que muestra en sus polémicas apariciones televisivas, el periodista desnuda en Argentinos un premeditado desapego por las hilaciones cronológicas, como así también un desprecio por la falsa objetividad de la que presumen ciertos historiadores tradicionales. Así como las omisiones hablan precisamente por su carácter de tales, el director de Veintitrés contribuye a repensar la historia con un selectivo encadenamiento de perlas, algunas perdidas casi en el olvido, como la súbita desaparición de negros y mulatos de nuestro territorio, que según el censo de 1778 ascendían al 30 por ciento de la población, como también se suceden el pocas veces citado recorte de la versión original del Himno nacional por presiones de la Corona española; “El Desencuentro de Guayaquil” entre San Martín y Bolívar; las cartas de la esposa que Moreno nunca leyó; y la desmitificación de La Gaceta de Buenos Aires y el Zonda sarmientino. Ni siquiera se priva Lanata de incluir análisis científicos sobre las conductas de las... hormigas argentinas, cuya semejanza con nuestras tendencias incorpora otra de las cuotas tragicómicas que decoran este minucioso repaso de la historia nacional. También es esclarecedor el breviario de amnistías y moratorias desde el Primer Triunvirato hasta nuestros días.
A propósito de La profanación, un libro de reciente aparición, fruto de un trabajo investigativo de largos años referido a la aún impune amputación de las expresivas manos del general Juan Domingo Perón, Lanata recuerda que en 1902, a 82 años de la muerte de Belgrano, durante la exhumación de sus restos para un traslado, dos ministros de la Nación se apoderaron de algunos dientes del prócer... como souvenir.
Contra su propia naturaleza periodística, el creador de Argentinos no se deja arrastrar por la -estimo- fuerte tentación de fijar posiciones en episodios decisivos -y mal contados en los manuales escolares- de los albores de la nacionalidad. Y se cuida de traspasar la delgada frontera que lo hubiera depositado -tal vez con el mismo éxito- en los más anchos senderos del análisis, el ensayo e incluso la mismísima historia novelada. En cambio, mediante una medulosa selección (una buena forma de opinar, convengamos) e interpretación de los historiadores (suele criticar a los clásicos argentinos por “insustanciales” y rescata textos de los extranjeros Witold Gombrowicz y José Ortega y Gasset), Lanata incorpora las dosis de subjetividad que hasta un inocuo periodista reflejaría en la más breve y vulgar de sus crónicas. Así pues, tan distante del panfleto como de la asepsia, el provocador estratega de Detrás de las noticias destaca, capítulo a capítulo, ciertos hechos sobresalientes que desnudan sus preferencias y aversiones por ciertos prohombres argentinos, al tiempo que detalla conductas, evoluciones, citas y anécdotas, que conectan nuestros quejumbrosos días con las proezas y miserias de los primeros argentinos, aún de carne y hueso, aún a salvo de la metamorfosis en el bronce impuesto más tarde por la “historia oficial” tan deformante para nuestras indefensas mentes escolares.
Son esos precisos rescates de Lanata los que nos permiten comprender, como declaró el propio autor, “que los argentinos siempre fuimos así, que no nos volvimos locos hace 20 días”, que la corrupción, la impunidad, el endeudamiento público, los desaparecidos, la evasión impositiva, las persecuciones, las traiciones, el nepotismo, los feudos provinciales, el racismo, son características que se instalaron desde el vamos y jamás conseguimos desterrar, aunque sí perfeccionarlas.
“No había humanos aquí, sino argentinos, una especie de elegidos a los que la realidad, sin embargo, se les negaba. Me enseñaron que éramos los mejores, pero crecí observando que siempre nos iba mal”, manifiesta el autor a modo de prólogo. Solía repetir Jorge Luis Borges -tan provocador como el autor de este libro- que los peronistas no eran ni buenos ni malos, sino “incorregibles”. En tanto, desde un “pesimismo esperanzado”, Jorge Lanata se remonta hasta el fondo de nuestra historia para “corregir” al maestro y advertir, con autoridad, que todos los argentinos somos los incorregibles, al menos hasta tanto comencemos a demostrar lo contrario en la historia que estamos transitando ahora mismo.

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“Acaso lo esencial de la vida argentina es eso, ser promesa (...) Todo aquí vive de lejanías y desde lejanías. Casi nadie está donde está, sino por delante de sí mismo, muy adelante en el horizonte de sí mismo y desde allí gobierna y ejecuta su vida de aquí, la real, presente y efectiva (...) cada cual vive desde sus ilusiones como si ellas fuesen ya la realidad (...) el alma criolla está llena de promesas heridas, sufre radicalmente de un divino descontento (...) el criollo no asiste a su vida afectiva, sino que se la ha pasado fuera de sí, instalado en la otra, en la vida prometida”.
“El argentino vive atento, no a lo que efectivamente constituye su vida, no a lo que de hecho es su persona, sino a una figura ideal que de sí mismo posee. (...) El argentino se gusta a sí mismo, le gusta la imagen que de sí mismo tiene”.
“El argentino típico no tiene más vocación que la de ser ya el que imagina ser. Vive, pues, entregado, pero no a una realidad, sino a una imagen”.

José Ortega y Gasset
(fragmentos extraídos de “Argentinos”)

(Publicada en julio de 2002 en la revista mensual de cultura Lote de Venado Tuerto)