En Venado Tuerto se habla de la futura “tolerancia acero” en el control del tránsito, donde las motocicletas serían especialmente observadas, tras detectarse que son protagonistas de siete de cada decena de accidentes. En esa misma tendencia rigurosa se inscribe la licencia de conducir por puntos, que acaba de aprobarse en Capital Federal y está cerca de habilitarse en la provincia de Santa Fe, sobre todo desde que el gobernador Hermes Binner reclamó el pronto tratamiento del proyecto en Senadores (ya tiene media sanción de Diputados). En sus tiempos de legislador provincial, el promotor de la ley había sido el ahora ministro de Gobierno y Reforma del Estado, Antonio Bonfatti. Con estos antecedentes, y las ola de muertes en las rutas argentinas, se cree que los senadores del PJ -son mayoría en la Cámara alta- no pondrán reparos en acompañar la reforma.
La iniciativa ya está vigente en Europa, Estados Unidos y algunos países de América latina, con auspiciosos resultados, ya que la tasa de accidentes viales se redujo hasta en un 30 por ciento.
Mientras en la Capital el sistema “scoring” entrará en vigencia en agosto y en nuestra provincia podría estrenarse este mismo año, en la Casa Rosada consideran que esta metodología debería aplicarse en todo el país.
En Santa Fe, el proyecto contempla la acreditación de cinco puntos por año de vigencia del carné (es decir, 25 puntos en cinco años) y tipifica las faltas en tres categorías: leves, graves y muy graves. Cada infracción ocasionará la pérdida de puntos en la medida en que es sancionada por un juez de Faltas, de modo tal que los reincidentes pueden perder la licencia de conducir.
La licencia por puntos despierta justificadas expectativas, pero no hay que suponer que en la Argentina tendrá éxito por el sólo hecho de haberlo tenido en otras naciones, en contextos económicos, sociales y culturales diferentes. Así pues, para una imitación completa habrá que tomar ciertos recaudos, como garantizar que aquel conductor que perdió la licencia por acumulación de faltas, no pueda recurrir a otro distrito para gestionarla (debería existir un registro único, como para el DNI). También es medular la adecuada instrucción a los inspectores, ya que sus decisiones serán más influyentes. Además, en los países desarrollados que cuentan con este sistema, la obtención del carné requiere de un curso teórico-práctico muy riguroso, y la infraestructura y la señalización suelen ser óptimas. Nada de eso ocurre en la Argentina. En principio, el sistema es prometedor, siempre y cuando se incorporen, al mismo tiempo, una serie de medidas elementales ya impuestas en el denominado Primer Mundo. Ya es tiempo de castigar severamente a los infractores que ponen en riesgo la integridad del prójimo -además de la suyas-, pero el Estado -en todos sus niveles- debe cumplir también con sus obligaciones en materia de organización, infraestructura y controles de tránsito.
(Publicado el lunes 11 de febrero de 2008 en diario El Informe)
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