Hacia dentro del Partido Justicialista, los Kirchner dieron un paso atrás con la sensatez que no demuestran en el ejercicio del gobierno nacional. En una maniobra desesperada, cinco días después de la presentación de las listas para la interna santafesina, entregaron a su candidato, Agustín Rossi, y negociaron la “unidad” con el reutemismo, otorgando la conducción partidaria al senador provincial Ricardo Spinozzi. Paradójicamente, los mismos fenómenos políticos que la Casa Rosada niega en un escenario, los admite en el otro. Los asesores presidenciales alertaron que la campaña por la presidencia del PJ provincial, aún con cuatro semanas por delante, no se basaría ni en la crítica al gobierno binnerista, ni en el proyecto de renovación del justicialismo, sino en las posiciones con respecto al conflicto del Gobierno con el campo, donde el Chivo Rossi hacía las veces de defensor a ultranza de las políticas kirchneristas, y el Tino Spinozzi representaba el sentimiento del ruralismo y los poblados del interior cada día más afectados por la crisis que desató la impericia oficialista en temas agropecuarios. Además, el recuperado protagonismo del senador nacional Carlos Reutemann, como soporte de su delfín venadense, garantizaba la nacionalización de los comicios del 13 de julio, que a poco de andar serían sintetizados por la prensa como la porfía Kirchner vs. Lole.
No sólo inquietaba al matrimonio presidencial el desarrollo de una campaña santafesina plagada de reproches mutuos que retumbarían en toda la Argentina, sino los probables resultados en las urnas, pues la evolución de las encuestas, de persistir la tendencia, auguraba una indecorosa derrota para el candidato de los Kirchner. Hasta en la denominación de la lista, Federalismo por Santa Fe, los reutemistas insinuaban su voluntad de defender los intereses de la provincia, en tanto que acusaban al rossismo de estar a la espera de instrucciones de Buenos Aires. Con logrado efectismo marketinero, en el lanzamiento del sector en nuestra ciudad, el lunes último, Spinozzi resumió que “la elección es chequera o dignidad”, en alusión a las presiones kirchneristas sobre intendentes y jefes comunales para beneficiar al aspirante de Unidad para la Victoria, y apartarse del armado reutemista.
Agudos lectores de la realidad, esa misma que el Gobierno se empecina en negar, Reutemann -un mediano agricultor- y Spinozzi, entendieron que era el tiempo propicio para desafiar las órdenes presidenciales, y ante cada advertencia intimidatoria de los operadores kirchneristas, doblaban la apuesta, hasta el punto tal de correr por izquierda al socialista Hermes Binner en el pleito con el campo, obligándolo a endurecer su posición contra el Gobierno, más allá de sus propios planes. En esta misma estrategia de despegue se inscribe el reciente distanciamiento binnerista del extemporáneo tren bala y la desmentida a la presidenta Cristina Fernández, que se equivocó por una diferencia de varios miles de millones en los montos de coparticipación federal que, según ella, había recibido nuestra provincia en el lustro kirchnerista.
Si bien es cierto que la pugna se hubiera acotado a los peronistas empadronados, Spinozzi observaba en sus fatigosas giras territoriales que la arremetida del Gobierno contra el complejo mosaico ruralista había desatado una ola transversal de repudios en una provincia agrícola como Santa Fe. El propio Lole se lo había alertado a Néstor Kirchner en el epílogo de su carta abierta: “… como usted bien sabe, la agricultura es para los santafesinos, lo que los hidrocarburos son para la provincia de Santa Cruz”.
Con este arreglo de cúpulas, los Kirchner supieron retroceder a tiempo, cediendo el liderazgo partidario santafesino a un enemigo reutemista, pero se resguardaron de las esquirlas de una campaña feroz y de una factible derrota electoral en la primera medición de fuerzas condicionada por el conflicto agrario; Reutemann, con su carisma intacto y fortalecido por los vínculos con la causa chacarera, impuso su candidato y se quedó con la mayoría del PJ provincial, aunque con este acuerdo debilitó el perfil antikirchnerista que tanto seducía a los fogoneros de su candidatura presidencial por fuera del aparato oficialista. Un triunfo del Lole en la interna lo hubiera dejado en la pole position; ahora ese privilegio está por verse.
En rigor, los Kirchner se asustaron por el último trimestre combativo del mismo Reutemann que se había comportado como un obediente soldado K desde mayo de 2003. Tanto es así que ni siquiera bancó a su diputada María del Carmen Alarcón -hoy en los brazos de Binner- cuando el kirchnerismo, a través del siempre malogrado Chivo Rossi, la expulsó de la presidencia de la Comisión de Agricultura de la Cámara Baja, por haberse anticipado a las críticas que ahora corea la mayoría de los argentinos. En este sentido, algunos sospechan que en esta negociación secreta con el Gobierno se suscribió un pacto de no agresión, cercando la provincia a los embates K (¿ya podría hablarse de un único postulante reutemista a la Gobernación?), pero con el compromiso del ex piloto de no competir en las presidenciales liderando un andamiaje peronista alternativo. Los memoriosos recordarán que, en 2003, Kirchner fue candidato a Presidente porque el Lole rechazó antes ese mismo convite. Ahora, para permanecer en el poder más allá de 2011, el matrimonio patagónico también necesitaría, entre otras cosas, que el popular santafesino no sea de la partida.
De ilesos y damnificados
Con lista única en el orden provincial y también en Venado -liderada por el intendente José Freyre-, ya no tiene sentido mantener en pie la disputa para el 13 de julio entre los dos sectores en el departamento General López. Mientras el diputado provincial reutemista Jorge Lagna se agigantó en sus aspiraciones de conducir el PJ regional, la presidenta comunal de María Teresa, María Cristina Gómez, se quedó huérfana y desconsolada. Algunos miembros de su propia lista prefieren no enfrentar a un Spinozzi ya ungido como jefe del peronismo santafesino; si el Chivo no estaba muy convencido de recorrer el interior de la provincia para hacer campaña, mucho menos ahora; y, por último, los rossistas deberían comprender que Kirchner los sepultó para cuidar su propia integridad arreglando con el reutemismo, es decir, con los que eran traidores y gorilas hasta un rato antes de la cumbre.
Uno de los más golpeados en la región por el retroceso kirchnerista es el ex intendente Roberto Scott, que esta vez no detectó con su reconocido olfato político el fenómeno social que la Casa Rosada descubrió con encuestas: no sólo son los productores agropecuarios, sino la mayoría de las urbes del interior, incluidos los afiliados del PJ, los enemistados con el Gobierno por sus prácticas hegemónicas y beligerantes. Para justificar el apoyo a Rossi, Scott alegaba que “Kirchner tiene un carácter muy duro y no perdona” y advertía a su discípulo Freyre que la ciudad se quedaría sin recursos nacionales para obra pública por culpa de una alianza con el Tino Spinozzi. En la práctica, ocurrió todo lo contrario. Los Kirchner cedieron porque los reutemistas procampo los desafiaron más fuerte que nunca.
Por su parte, el intendente José Freyre salvó el pellejo justo a tiempo, resistiendo las presiones kirchneristas y los consejos de Scott, para recostarse a último momento en la prescindencia, en sintonía fina con la actitud del ex gobernador Jorge Obeid. De todos modos, los exultantes spinozzistas terminaron disgustados con el porotismo, que colocó algunos dirigentes de fuste en la lista departamental rossista, pero habría negado el permiso a las concejalas Bibiana Pieli y Norma Orlanda para integrar la formación reutemista regional encabezada por el Pito Lagna.
En tanto, ayer, el rostro demudado de Julio Eggimann, uno de los referentes del Chivo en la región, demostraba contrariedad por la decisión kirchnerista de eludir el combate. “Hay algunos compañeros que están indignados, pero yo creo que no hay más nada que hacer”, confiaba anoche el ex diputado provincial, experimentado como pocos en estas lides. Ni siquiera le quedaron ganas de celebrar el 12 de junio, la fecha del último discurso del General Perón en la Plaza de Mayo, en 1974, y que dio nombre a su reconocida agrupación política; en las antípodas anímicas, el lucifuercista Jorge Viano repartía sonrisas ante las sorprendentes novedades de la noche del miércoles. Días atrás, había cuestionado las vacilaciones de Scott y Freyre en la interna peronista, al mismo tiempo que se enrolaba en la línea crítica de Reutemann y Spinozzi a las políticas agropecuarias kirchneristas.
(Publicado el viernes 13 de junio de 2008 en diario El Informe)
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