Ayer, otra vez habló Néstor Kirchner, a través del piquetero aliado Luis D’Elía, involucrando en un golpe económico en marcha al ex presidente Eduardo Duhalde, entre otros dirigentes políticos, sociales y agropecuarios. Después de haber exigido en los últimos días la “rendición incondicional” de los referentes del campo, D’Elía sentenció en una escalada de beligerancia que “la guerra es abierta y total (…) no hay que descartar un enfrentamiento civil”; y en la misma prédica de incitación a la violencia, el líder de las fuerzas de choque sugirió armarse en “defensa del gobierno de Cristina”.
En un principio se creyó que estas declaraciones obedecían a una táctica sensacionalista de convocatoria a la nueva demostración de fuerza que el oficialismo organiza para mañana en la Plaza de Mayo, sobre todo después de la módica concurrencia en la noche del último sábado, a pesar de los pedidos desesperados de D’Elía para evitar la inminente “conspiración oligarca y sediciosa”. Sin embargo, aunque haya sido eficaz para apuntalar la concentración, el objetivo político de las manifestaciones, en sintonía con las necesidades de Kirchner, sería exacerbar las tensiones sociales y neutralizar las voluntades pacificadoras. “Esta disputa la vamos a dar en la calle, en cada lugar de la Argentina”, propuso el piquetero, dispuesto a multiplicar los enfrentamientos que están desangrando a la Argentina.
Luego de que un amplio espectro de dirigentes de todos los sectores, incluidos los radicales K y el vicepresidente Julio Cobos, coincidieron en reclamar un inmediato retorno al diálogo del Gobierno con el campo, el más fiel vocero kirchnerista se ocupó de disipar esas embrionarias esperanzas surgidas en el lunes feriado, con irritantes declaraciones de guerra.
A estas alturas, el denunciante ya tendría que haber sido citado por un juez para ofrecer pruebas sobre la gravísima imputación de golpe de Estado que le atribuye a Duhalde, nada menos que el dirigente que facilitó el acceso al poder a los Kirchner, junto con la lealtad incondicional de los eternos intendentes del conurbano bonaerense, los mismos que antes eran tratados de “mafiosos” por la presidenta Cristina Fernández y hoy se erigieron en sus mayores bastiones.
Al mismo tiempo, quedó al desnudo que estas provocaciones intentan radicalizar los cortes de rutas, anarquizar las demandas y generar el desabastecimiento más cruento, en busca de quebrar la alianza espontánea de los centros urbanos con el campo. Pero no se acaba la embestida con estos propósitos, sino que se desencadena una revancha contra las presuntas operaciones políticas del influyente ex gobernador bonaerense Eduardo Duhalde, cuya figura está oficiando de referencia para numerosos dirigentes del PJ no kirchnerista, como Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota, Juan Schiaretti y Jorge Busti, y también para los oficialistas que preparan el éxodo, así como los menemistas lo hicieron en su momento, abordando el barco duhaldista, para luego desembarcar en el naciente kirchnerismo.
Anoche, hasta Venado rompió su clásica abulia, sumándose a los bocinazos, cacerolazos y apagones de centenares de ciudades y pueblos, pero sin ánimos golpistas, ni siquiera bajo el clamor del “que se vayan todos” de 2001, sino con el reclamo rotundo de que el Gobierno recupere el sentido común, comprenda que debe dar un paso atrás en su errónea medida y reanude las negociaciones.
Por su parte, Luis D’Elía, con sinceridad brutal, blanqueó la estrategia de la predominante ala dura del Gobierno: alentar los fantasmas conspirativos; crear falsas antinomias en la sociedad; tomar represalias con Eduardo Duhalde por coordinar la formación de un espacio peronista alternativo para 2009; resistir a capa y espada el alza de un impuesto regresivo que repudia la mayoría de los argentinos; impedir dicho debate tributario en el ámbito natural del Congreso de la Nación; y apostar al desgaste de la protesta del campo y el interior, aunque en esa espera, con paciencia oriental, se incendie lentamente el país.
(Publicado el martes 17 de junio de 2008 en diario El Informe)
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