Más de tres meses, casi cien días debieron transcurrir para que la presidenta Cristina Fernández decidiera enviar al Congreso de la Nación el proyecto de ley de retenciones móviles, en sintonía con la iniciativa del vicepresidente Julio Cobos. Con este mecanismo, el Gobierno no sólo se resguardaría de la eventual inconstitucionalidad de estos impuestos a las exportaciones establecidos mediante una resolución ministerial, sino que se podría descomprimir la tensa relación con el campo y los pueblos del interior del país, muchos de los cuales sufren las consecuencias del desabastecimiento de alimentos y combustible, entre otros insumos, un poco por los cortes de rutas, otro poco por los especuladores.
Un grupo de senadores nacionales reclamaba ayer la suspensión de los efectos de las retenciones móviles mientras se extendiera el tratamiento legislativo, pero, en principio, las mismas se mantendrían en vigencia hasta tanto se sancione la nueva ley. Luego, de prosperar las demandas judiciales, el Estado tendría que devolver los montos cobrados por encima del 35 por ciento en el efímero período de las retenciones made in Lousteau.
Hasta anoche, subsistían temores de que el proyecto presidencial se remitiera encriptado a la Cámara de Diputados, en cuyo caso no se podrían modificar sus contenidos, sino que todo el trámite parlamentario se limitaría a la aprobación o el rechazo. Todo habrá sido una ilusión efímera e incendiaria si el objetivo de la Casa Rosada fuera convertir por enésima vez al Congreso en una escribanía que certifique sus pretensiones. Por el contrario, esta decisión sólo tendrá efectos beneficiosos si se desata un fervoroso debate nacional para rediscutir a fondo el polémico esquema de retenciones propuesto por el oficialismo. Más allá de las prevenciones chacareras (“esperemos que no sea una trampa”, arriesgó Eduardo Buzzi), los argentinos se esperanzan en que haya margen para la discusión entre los 257 diputados nacionales, en primer término, y los 72 senadores nacionales, luego. También deberían desempeñar roles protagónicos los gobernadores, los intendentes, los legisladores provinciales y, desde ya, los representantes de los productores agropecuarios. En este sentido, se descuenta que las entidades ruralistas ejercerán una fuerte presión en todas las provincias sobre los legisladores nacionales, para que desoigan las disciplinas partidarias, y atiendan las necesidades de sus bases territoriales. Si bien es cierto que el Frente para la Victoria, junto con sus aliados, cuenta con mayoría en ambas cámaras, se conoce que muchos parlamentarios ya volcaron sus simpatías por las demandas del campo, y otros, que hasta ahora evitaron pronunciarse para pasarla bien, tendrán que hacerlo a partir de hoy mismo: “Les vamos a contar las costillas”, señaló anoche un ruralista de la zona.
Hoy, no sólo los productores, sino el conjunto de la sociedad, depositan sus ojos sobre los legisladores, que de cumplir un rol decorativo desde hace mucho tiempo, ahora se convierten otra vez en protagonistas, a partir de la súbita reaparición de la división de poderes, que ojalá haya vuelto para quedarse.
Autocrítica cero
No sólo que no hicieron ninguna autocrítica los Kirchner -primero Néstor y después Cristina-, sino que concedieron la medida tantas veces reclamada, descargando agresiones a diestra y siniestra. Uno y otro, reiteraron el conocido abanico de descalificaciones contra los no kirchneristas, desde opositores y derechistas, hasta extorsionadores y golpistas.
El presidente del PJ intentó ridiculizar las manifestaciones populares de cientos de miles de argentinos en distintos puntos del país, pero no hay dudas de que esa ola de repudios convenció a los Kirchner de recurrir -tardíamente- al Congreso para perfeccionar una resolución que, a pesar de tantos maquillajes, resultaba insostenible. Como si hubiera querido disculparse ante el ala más radicalizada de los suyos, la Presidenta insistió en aconsejar que los detractores formen su propio partido, en línea con su esposo, que minutos antes había cuestionado la resurrección de una vieja derecha. No hacía nada más que verbalizar el deseo de que los adversarios políticos sean funcionales a sus intereses, pero la realidad, que es más compleja, le augura a los Kirchner una futura competencia electoral con otro sector del peronismo y con una fuerza de centroizquierda, en cuya generación, mal que les pese, influyeron estos 100 días de empecinamiento.
Apremiados por las circunstancias, con las antinomias exacerbadas, la economía enfriada y una sangría galopante en su tropa sublevada, recién tomaron la sabia decisión a último momento, como lo hicieron en la interna del PJ santafesino, pactando una lista única con el odiado Lole Reutemann, antes de arriesgarse a perder en las urnas, por culpa del campo.
Con la imagen por el suelo y la anarquía acechando, apelaron, por fin, a la institucionalidad. En este sentido, el envío del proyecto de ley de las retenciones al Congreso se inscribe en los compromisos cristinistas preelectorales de reforzar la calidad institucional, como también descolló la enorme contribución a la paz social de Néstor Kirchner con la desautorización al piquetero Luis D’Elía, que había denunciado la gestación de un “golpe económico” liderado por el ex presidente Eduardo Duhalde, además de convocar a tomar las armas para “defender el gobierno nacional y popular”.
Entidades en alerta
La Comisión de Enlace, que decidió continuar con el cese de la comercialización de granos hasta la medianoche de hoy, se reunirá esta tarde para evaluar el proyecto de ley, temerosa de que se intente una votación a libro cerrado, sin posibilidad de generar el debate parlamentario. De todos modos, sus miembros valoraron, en principio, la decisión presidencial, ya que ellos mismos estaban juntando firmas para forzar que el Congreso de la Nación discutiera los impuestos a la exportación.
En la conferencia de prensa que los líderes agropecuarios ofrecieron horas después del discurso de Cristina, ni siquiera lo mencionaron, pero se puede intuir que el paro agrario se hubiera interrumpido anoche, si el Gobierno y el PJ suspendían el inútil acto -otro más- previsto para esta tarde en la Plaza de Mayo, donde se aguardan violentas críticas contra el campo y sus aliados, tanto desde arriba, como desde abajo del gigantesco palco.
Si en la jornada de hoy la Comisión de Enlace de las entidades agropecuarias reúne las garantías de que habrá un debate legislativo en serio sobre las retenciones móviles, debería terminar con el paro esta misma noche y reanudar la comercialización de granos, a los efectos de desactivar la huelga de los transportistas cerealeros. En ese marco, el Gobierno ya no tendrá más excusas, y debería convocar a una mesa de concertación de políticas agropecuarias, pues la problemática del sector excede largamente la pugna por las retenciones a la soja.
(Publicado el miércoles 18 de junio de 2008 en diario El Informe)
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