Fernando López Sauqué, uno de los últimos caudillos conservadores de la región, falleció en la jornada de ayer, dando lugar a las más encontradas evocaciones sobre sus tiempos en la administración pública, en Maggiolo, en Venado y hasta en la provincia de Santa Fe. También supo desempeñarse en otras actividades, como el Directorio del Banco Provincial y la presidencia del tradicional Jockey Club, del que fue un dirigente emblemático. En nuestra ciudad, ocupó la Intendencia en cuatro oportunidades, y sus realizaciones fueron numerosas, desde agresivos planes de pavimentación hasta la nueva Terminal de Ómnibus, aunque no se encuadró entre los incondicionales de la democracia, pues en su dilatada carrera política alternó mandatos surgidos del voto popular con gobiernos de facto. En el estreno en la función pública local, se apoltrona en el Sillón de Aufranc en carácter de interventor durante la autodenominada Revolución Libertadora; ya con Frondizi, se desempeña varios años como concejal; y en 1963 es electo intendente por la mayoría de los miembros del Concejo, precisamente en el debut de la reforma de la ley electoral en la provincia de Santa Fe, pues hasta entonces los intendentes eran designados por el dedo del gobernador de turno. López Sauqué regresa a la Municipalidad en 1973, cuando en otra reforma electoral santafesina se consagra la elección de los intendentes por el voto directo de la ciudadanía. Con la conservadora Unidad Vecinal obtiene un triunfo inesperado en medio de la euforia popular por el retorno del General Perón. Si bien el PJ arrasa en casi todo el país, en Venado el caudillo vecinalista es respaldado por la población, con la ayuda de los peronistas divididos. En 1976, la dictadura más criminal y entreguista de la historia argentina, lo remueve del gobierno municipal, pero el año siguiente le hace el peor favor con la devolución del cargo, y sobre finales de esa misma década, López Sauqué salta al Ministerio de Gobierno de Santa Fe, cediendo la Intendencia a su mano derecha Héctor Pelosso. Sin embargo, las decisiones políticas de aceptar la restitución de la Intendencia en el ’77 y enrolarse dos años después en el gobierno provincial de facto, se convierten, con el tiempo, en los flancos más cuestionables del encumbrado dirigente, a la par del faraónico proyecto del Palacio Municipal en Belgrano y 9 de Julio, la actual esquina de la calesita, que precipitó la demolición de la mansión de Andueza y, más adelante, demandas millonarias por los anteproyectos encargados, y nunca abonados, al estudio de arquitectos cordobeses que se había adjudicado el concurso nacional lanzado por la Intendencia. Además de estos polémicos sucesos en los últimos tramos de la gestión municipal, el lapidario juicio histórico contra la última dictadura arrastró al descrédito a la mayoría de los intendentes y presidentes comunales que la representaron, pero, aún así, con adictos y detractores, Fernando López Sauqué será recordado como un personaje político emprendedor y contradictorio, que cruzaba de una orilla a la otra en etapas en que la democracia no tenía el valor sagrado de nuestros días, y dueño de un estilo de liderazgo que resultó una bisagra entre los viejos tiempos y la política pos-dictadura, donde el radical Ernesto De Mattía y el justicialista Roberto Scott recrearon, desde otras perspectivas, el estilo personalista y caudillesco de don Fernando.
(Publicado el martes 29 de abril de 2008 en diario El Informe)
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