Gobierno y entidades del agro, en el campo de la racionalidad

En el arranque del acto en la Casa Rosada, el ministro de Economía, Martín Lousteau, anunció las medidas compensatorias, y después, la presidenta Cristina Fernández abundó en argumentos políticos. Si bien, como se suponía, el Gobierno defendió a ultranza las retenciones móviles, en la primera de sus propuestas, estableció que los más de 60 mil pequeños y medianos productores de soja y girasol (que comercien hasta 500 toneladas) recibirían un reintegro automático para conservar la rentabilidad proyectada antes de la suba de las retenciones. Sorprendió que estos planteos no se hubieran divulgado antes, porque nos habrían evitado muchos dolores de cabeza, aunque los dirigentes del campo aseguran que no existían y ahora los improvisaron para descomprimir la situación, ante la fortaleza de un paro que concitó respaldos en las grandes urbes y en los pequeños pueblos.
Sin embargo, ni esa, ni las restantes iniciativas, conformaron a la desconfiada dirigencia agropecuaria, a la que muchas veces se le prometieron reintegros o subsidios desde el Estado, pero por lo general llegaron a los grandes grupos industriales y exportadores, y casi nunca a los pequeños y medianos productores, con un cuestionable criterio redistributivo. En esa misma línea, apelando al sentido común, alguien preguntó si no es más fácil, en lugar de retener por un lado y reintegrar por el otro, aplicar gravámenes excepcionales al dos por ciento de grandes productores (“pools de siembra”) que controlan casi la mitad de la producción de soja y girasol, y en los pueblos del interior no dejan más que caminos rotos y suelos sin nutrientes. Asimismo, como Cristina y Lousteau, los dirigentes del campo mostraron su inquietud por el impetuoso crecimiento de los pools de siembra, aun cuando los huelguistas cuestionaron que no se hiciera ninguna mención en los discursos oficiales a una ley de contrato agrario (arrendamientos).
Tan lejos quedó el Gobierno de suspender transitoriamente las polémicas retenciones móviles, como los productores agropecuarios de levantar el paro. Con el diálogo cortado por el momento (cada parte observó a la otra por televisión), aun cuando algunas medidas oficiales abrieron ciertas expectativas, todo se empantanó hasta una próxima cumbre, aún sin fecha cierta. Por ahora, la medida de protesta continuará hasta mañana, cuando las entidades vuelvan a reunirse.
“Liberen las rutas”, sugirió Cristina, que en el tercero de sus discursos sobre la problemática del campo, encontró el tono adecuado; y si bien no se acató el consejo presidencial, la cúpula agropecuaria admitió que ya había mostrado el poder de fuego del sector, y que, desde anoche, los piquetes sólo frenarían los traslados de carne y granos, en tanto que se restablecería la comercialización de lácteos y productos perecederos (hortalizas, verduras, cítricos, etc.), alejando el fantasma del desabastecimiento que ya estaba creando una sensación de angustia en todo el país. Con ese categórico mensaje lanzado a las bases, el paro podría desgastarse si los piquetes más radicalizados se rebelan. Entre las sugerencias gubernamentales de liberar las rutas y las de los propios dirigentes de moderar las formas, los productores más combativos corren el riesgo de aislarse políticamente, recorriendo un camino inverso al de la popularidad que cosecharon en los últimos días. Llegado este punto extremo de tensiones, el campo podría instrumentar otras metodologías de repudio a las propuestas oficiales, sin que ello debilite sus posiciones, apoyadas desde diversos sectores.
Tampoco será factible, si la dureza del piquete ruralista recrudece, que los dirigentes del agro puedan volver esta misma semana a la Casa Rosada en busca de precisiones sobre el paquete de medidas, como tampoco ayudará demasiado al diálogo y la concordia la movilización kirchnerista organizada para esta tarde en la Plaza de Mayo, que no hará otra cosa que denostar a los díscolos chacareros, con los que el Gobierno debería reunirse a la brevedad; para colmo, mañana, las cuatro entidades decidirán las próximas acciones, y no será tarea fácil apaciguar a las bases campesinas que hoy estarán viendo por televisión cómo son insultadas desde la mítica plaza. Si bien en el segmento más ácido de su discurso, la Presidenta acusó a los productores de creerse los “propietarios del país”, con sensatez, esta vez excluyó de su alocución el mote de “golpistas”.
Así pues, Cristina Fernández, Eduardo Buzzi (FAA), Luciano Miguens (SR), Mario Llambías (CRA) y Fernando Gioino (Coninagro), con sus discursos de la víspera, entendieron que el delicado escenario requiere, ante todo, mesura y equilibrio, pero ambas partes tienen delfines, como el piquetero urbano Luis D’Elía y el piquetero rural Alfredo De Angelis, que no exhiben esa misma racionalidad.

(Publicado el martes 1 de abril de 2008 en diario El Informe)

1 comentario:

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