El campo, más cerca de la rebelión fiscal que del corte de rutas

La anunciada presencia de legisladores nacionales representativos de la provincia de Santa Fe y un eficiente boca a boca inaugurado antes del fin de semana, consiguieron que en la noche del lunes último el Salón Capisano de la Sociedad Rural desbordara de productores agropecuarios de Venado y localidades vecinas. Pero de la veintena de invitados especiales, sólo tres diputados nacionales acudieron a la cita: las socialistas María Elena Martín y Mónica Fein (acompañadas por los concejales Roberto Meier, Oscar Pieroni y Fabián Vernetti), y el radical Pedro Morini. Luego, varios hicieron llegar las justificaciones por sus ausencias y se solidarizaron con la protesta, y otros ni siquiera acusaron recibo. El presidente del bloque de diputados K, Agustín Rossi, fue blanco de las mayores reprobaciones cuando fue nombrado en el comienzo del acto, y hasta su primo Alejandro Rossi, también diputado nacional, recibió algunos chiflidos por portación de apellido. También asistió el presidente de Carsfé, Manuel Cabanellas.
Como en la asamblea del lunes 14 con el panel político, los concurrentes descargaron su disgusto contra los tres legisladores presentes, sobre la base de una falsa antinomia entre el campo y la política, tan absurda como la que suele invocar el Gobierno con la misma temeridad entre peronistas y antiperonistas, o gorilas, o golpistas. En este sentido, es oportuna la definición del ex interventor del Comfer, Julio Bárbaro, en la entrevista publicada el domingo último en Perfil, donde señala que “el antiperonismo en la época de Perón era un pedazo de la realidad. Hoy lo incitamos los peronistas para encontrar afuera la identidad que no tenemos adentro”. En cierto modo, ese mismo concepto era aplicable el lunes, con centenares de heterogéneos productores buscando culpables, afuera, entre socialistas y radicales que desde el vamos habían denunciado las horribles políticas agropecuarias del kirchnerismo y respaldado las protestas del campo. No hacían distingos entre unos y otros, como tampoco lo hizo el Gobierno con sus medidas, que luego debió salir a corregir a las apuradas con reintegros y compensaciones improvisadas que sólo despiertan más incredulidad.
“Hubiera sido más lindo si venía el Chivo Rossi”, confesó en voz baja uno de los asambleístas. Más lindo para la catarsis, para el desahogo de tanta bronca, pero estas populosas concentraciones serían más provechosas para elevar propuestas a las entidades agropecuarias que hoy dialogan a duras penas con el Gobierno, y hasta para conciliar las próximas metodologías de protesta, si las negociaciones no prosperan, pero no tiene sentido enjuiciar a los desvalidos invitados, menos aún si piensan como los acusadores.
El primer sacudón de la noche lo generó el diputado Morini, cuando repelió los embates subrayando su condición de productor de cerdos con largos años en la actividad, y víctima de los mismos avatares que el resto de los criadores, barriendo con las ridículas fronteras. Más adelante, se plantearon valiosas consideraciones autocríticas de los productores, como la anemia de dirigentes con vocación de liderazgo: “Nos juntamos cuando tenemos algún problema grave, pero el resto del tiempo cada uno se lo pasa mirando de la tranquera para adentro”, sentenció un asambleísta, admitiendo un comportamiento individualista que los aísla de la política gremial. En esa misma línea, los productores reconocieron que “debemos involucrarnos en la política partidaria”. En este punto, los legisladores opositores terciaron para detallar que entre los 257 miembros de la Cámara baja hay apenas un puñado vinculado al campo, en tanto que otras corporaciones cuentan con varias bancas en su haber. Enseguida, Martín, Fein y Morini, aprovecharon la tribuna para recordar que la mayoría de sus proyectos mueren en las comisiones, incluso antes de llegar al recinto de sesiones, por obra de la mayoría oficialista que votó gran parte del pueblo argentino. “Ya sabemos a quien no hay que votar en las elecciones legislativas del año que viene”, bramó un veterano desde las primeras filas. En ese interín, también se consignó que “nada de esto hubiera pasado si en lugar de apelar a los superpoderes, el Congreso intervenía en la fijación de las retenciones, como lo prescribe la Constitución, porque en ese escenario los diputados no se hubieran animado a enfrentar con semejante saña el interés de sus productores y sus pueblos de origen”.

Sin ejes estratégicos
Así fue discurriendo la reunión, con fuerte tono autocrítico y encendidas apelaciones a la participación, pero sin ejes estratégicos ni orientación (ni siquiera se eligió un presidente de asamblea), donde por momentos el debate se reducía a un diálogo entre los asambleístas y los diputados nacionales que, como ya se había planteado, tienen la mejor voluntad, pero carecen del poder político necesario para torcer las decisiones. Desprovistos de un líder, como surgieron en otras regiones, con capacidad para dirigir centenares de asambleístas y guiar el desarrollo de las deliberaciones, numerosos productores se retiraron disconformes por la falta de definiciones, cuando la asamblea ya superaba las tres horas de duración.
No obstante, en los últimos tramos se reencontró el rumbo, tras aceptar que las cartas ya están echadas, y que no hay que entrar en el juego de las provocaciones que plantea el Gobierno, adelantando el final de la tregua. “Nos quieren enfrentar con la gente de las ciudades. No nos dejemos debilitar…”, convocó una productora láctea. “Es cierto que están en juego dos modelos de país, como dice el Gobierno, pero no entre los democráticos y los antidemocráticos, sino entre el centralismo y la República”, comentó un ofuscado ganadero bajo las centenarias arboledas ruralistas, mientras fumaba un cigarrillo. “Hay gente que no entiende de qué se trata, en el Gobierno y también muchos de los que están acá. La disyuntiva no es entre los pro-campo y los anti-campo, sino que estalló un modelo económico. En todo caso, el reclamo del campo está precipitando los acontecimientos, pero la cuestión de fondo excede largamente nuestros intereses sectoriales…”, analizó el hombre. “Parece que la cortina de humo nos está afectando a todos”, ironizó, antes de dar la última pitada y regresar al interior de la asamblea.

Ruralistas a las cosas
Luego de evaluar la propuesta de publicar una solicitada de los productores del sur de Santa Fe en los principales diarios nacionales con las razones del campo, los asambleístas lanzaron diversas metodologías para impulsar en la región, en caso de reanudarse el paro, pero siempre dejando a salvo el abastecimiento de las ciudades. Entre otras medidas, se mencionó el bloqueo del acceso a los puertos de exportaciones de origen agropecuario; desbancarizar el sistema cerrando las cuentas; no pagar el impuesto a las ganancias; no sembrar trigo; piquetes acotados; marchas ruteras; etc. “Esta será una lucha larga, pero hay que darla. Si el Gobierno ataca la rentabilidad de los productores en nombre de una redistribución que nunca llega a nuestras regiones, nosotros nos ocuparemos de que no lleguen fondos a la caja presidencial”, espetó otro asambleísta, incitando abiertamente a la rebelión fiscal.
Como en otras asambleas agropecuarias de distintos puntos del país, ya casi nadie tiene esperanzas en una solución inmediata como consecuencia del diálogo, y si la hubiera, en este clima enrarecido, será difícil que los líderes gremiales puedan convencer a sus bases de que el final del diálogo fue realmente feliz.

(Publicado el miércoles 23 de abril de 2008 en diario El Informe)

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