Una tregua que podría estirarse en son de paz

El viernes próximo se agotará el plazo de 30 días de tregua establecido por los productores agropecuarios después del rotundo paro de tres semanas. Mientras en las distintas asambleas regionales se debaten las hipotéticas medidas de protesta, y la mayoría coincide en afectar la caja del Gobierno -sin alterar el abastecimiento de las ciudades-, la dirigencia de las entidades del sector se ilusiona con la llegada del nuevo ministro de Economía, Carlos Fernández, circunstancia que podría ser aprovechada por la Casa Rosada para corregir los efectos no deseados de las retenciones móviles a la soja y el girasol, al mismo tiempo que se progresa en los acuerdos por el trigo, la carne y los lácteos. No obstante, otros analistas observan que la salida de Martín Lousteau y el ingreso de otro Fernández de Kirchner no hace más que fortalecer el ala dura y “anticampo” del kirchnerismo. Después de una medida inoportuna, inconstitucional, aislada (en términos de política tributaria), generalizada (sin distingos en origen entre pools sojeros y pequeños chacareros) y abusiva, que generó una súbita declinación de la imagen positiva de la Presidenta y de la gestión, el Gobierno se empecina en huir hacia delante, convencido de que cualquier autocrítica sería interpretada como un gesto de debilidad política. En este sentido, estiman que un acercamiento con el campo a pocos días de terminar la tregua podría ser entendido como una capitulación; aunque las entidades del agro, pese a la intransigencia de sus bases, estarían dispuestas a estirar dicha tregua por algunos días más. Esta opción pacificadora, de todos modos, no es la que más seduce a los perturbados Kirchner, siempre propensos a acorralar a los otros, porque el diálogo continuaría en el marco incómodo de un emplazamiento, pero es mejor que nada.
En tanto, según se desprende de las acaloradas asambleas del sector, las eventuales metodologías de protesta no tendrían la misma severidad de las iniciales, sino que el objetivo, como quedó dicho, sería resentir la recaudación (sin arriesgar con medidas extremas la alianza con los sectores urbanos que apoyan la medida), sabiendo que hoy es lo más doloroso para el matrimonio K, sobre todo en la evolución de un proceso inflacionario -con gasto público en suba e inversión en caída- que día tras día empuja más argentinos al abismo de la pobreza, aun cuando pretendan negarlo los caprichosos dibujos del Indec, como se evidencia en las mediciones independientes de Santa Fe y San Luis, que registran una inflación cuatro veces mayor a la divulgada por el Gobierno.
La demanda sectorial del campo, además, abrió otras grietas en el oficialismo, porque dejó al desnudo una inquietante tendencia hegemónica -que muchos sectores de la sociedad repudian-, no sólo por ignorar las atribuciones del Congreso de la Nación, sino también por las discrecionalidades en el manejo de fondos millonarios desde el Poder Ejecutivo, sin rendir cuentas ante nadie, en el ejercicio de insostenibles “superpoderes” que Cristina, en su condición de legisladora, negaba con discursos altisonantes a otros gobiernos, a pesar de contextos internacionales desfavorables, con precios internacionales cuatro veces por debajo de los actuales.

(Publicado el lunes 28 de abril de 2008 en diario El Informe)

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