En otras épocas, más románticas, se definía como políticamente correcto que los funcionarios en campaña se tomaran licencia en sus cargos para evitar malas interpretaciones de la gente e, incluso, para no caer ellos mismos en la tentación de utilizar la función pública con fines electoralistas. Hoy esas prevenciones ni siquiera se plantean, al menos en nuestra ciudad, a pesar de que cuatro de los principales precandidatos ocupan roles influyentes: el oficialista José Freyre ya excede la categoría de supersecretario para convertirse en el virtual intendente venadense; en tanto que hay tres concejales que también se postulan para ocupar el Sillón de Aufranc: por el Frente Progresista, el pueblense Roberto Meier y el radical Lisandro Enrico; y por la UCR, el también radical Delfor Hernández, que acaba de ser catapultado -por los votos scottistas- nada menos que a la presidencia del Concejo, es decir que, como Freyre, lejos de volver al llano, asume mayores responsabilidades institucionales en tiempos de campaña.
Así las cosas, en este escenario alfombrado de transgresiones, Freyre es el que está sacando más ventajas de su situación, erigiéndose en el artífice de las realizaciones municipales y en el negociador que desarticula todas las hipótesis de conflicto.
Según transcurren los días, es más ostensible la scottización de la incipiente campaña oficialista, aunque por ahora no pueda descifrarse si se trata de una estrategia de campaña, o del irrefrenable afán de protagonismo de Roberto Scott, que después de desmentir cada una de las supuestas ofertas del bielsismo (¿cuántas habrán sido ciertas?), se insinúa con serias pretensiones de influir en un gobierno de su yerno. En este sentido, deslizó que en los próximos meses el contacto será más frecuente, porque Freyre se mudará a la casa de calle Maipú, contigua a la suya, y también de su propiedad. Desde ya que a estos pormenores familiares ventilados por el mismísimo intendente, deben agregarse otras precisiones políticas, tales como las precandidaturas a la reelección de los ediles Gustavo Giner y Bibiana Pieli, y la bendición de Scott a la continuidad de la mayoría de los miembros del actual Gabinete. Brutalmente honesto, anunció en declaraciones a FM 100, que él y los secretarios, entre otros, gestionarían un crédito ante el Banco Santa Fe para costear los gastos de campaña, a cancelar antes del 10 de diciembre. No hacen falta demasiadas luces para sospechar que no habrá muchas variantes entre la nómina de firmantes de ese compromiso bancario y la composición de un eventual gabinete porotista. Así pues, desde que empezó a hablarse de la candidatura de Freyre, asomó tibiamente un interrogante que cada día adquiere más vigencia: ¿Tendrá el bueno de Poroto brazos tan amplios como el General para contener a la ortodoxia scottista y, al mismo tiempo, a los heterogéneos sectores que supo seducir con un discurso más progre que el de su jefe político?
Según lo estableció un agudo observador de la política local, café de por medio, así como en una gestión binnerista la convivencia sería todo un desafío, un gobierno de Freyre, al menos en los primeros tiempos, estaría caracterizado por los fuertes tironeos.
Pertenecer tiene sus privilegios, pero también sus efectos adversos. No aparecen demasiados nubarrones en el horizonte, pero así como las buenas noticias de la administración benefician directamente la figura de Freyre, las malas noticias podrían comprometerlo. Ayer mismo, urgido por las circunstancias, debió recurrir al más ortodoxo estilo scottista para tender un manto de sospecha sobre el legítimo reclamo de los empleados municipales, insinuando que “la política metió la cola” en el conflicto.
Sin una interna riesgosa ante el audaz postulante rossista Oscar Barotto -debilitado ante la ruptura pre-parto de la alianza del peronismo no scottista-, de todos modos Freyre estará obligado a emparejar en las primarias la suma de meieristas y enriquistas, para no lesionar el creciente clima triunfalista reinante en el oficialismo. Más que su contrincante interno en el Frente para la Victoria, Poroto transitará su campaña mirando de reojo la primaria del Frente Progresista -la más atractiva, por lejos, del 1 de julio-, sabiendo de antemano que en los comicios generales de septiembre no contendrá todos los votos obtenidos por Barotto, ni tampoco -mucho menos- captará los colectados por el también justicialista Jorge Viano, a través del Frente Venadense.
Oposición en veremos
La fragilidad de la oposición venadense quedó al desnudo con la reciente elección de las nuevas autoridades del Concejo. Los candidatos eran el radical Delfor Hernández, con el respaldo scottista, y el pueblense Claudio Natali, apuntalado por un bloque pueblense que durante un lustro votó presidentes scottistas. El favorecido por el sorteo fue Delfor, devenido precandidato opositor mimado del oficialismo. Luego, infiltrándose en otra interna ajena, el intendente Scott no sólo dijo por enésima vez que los meieristas son financiados por el lucifuercismo, sino que elevó a la categoría de mártir de la política al edil Claudio Natali, que no es candidato a la reelección por decisión de la misma agrupación que en 2003 lo sentó en la banca. El propio Roberto Meier ya manifestó que Natali formaría parte de un gobierno pueblense, tal vez en réplica a los constantes convites scottistas para que el flamante vicepresidente 1º del Concejo se enrole en las filas del oficialismo. El tiempo esclarecerá si la súbita natalización del intendente Scott es sincera, o si esa desmesurada reacción se debe a su disgusto con la precandidatura de Fabián Vernetti, dueño de un perfil opositor más marcado que el de Natali.
Mientras tanto, Meier y Enrico, que juntos acumularían una pila de votos semejante a la del scottismo, no arrancan todavía la campaña electoral. Con esa parsimonia, el Frente Progresista venadense es apenas un nombre de fantasía. No obstante, el que se lanzó con más decisión fue el Pibe, que además de lidiar al mismo tiempo con el Tío y con Hernández, combate cada madrugada con bielsistas y rossistas para conservar en las carteleras los espectaculares afiches con su rostro enorme y unas pocas palabras.
Mientras Freyre tiene por delante una interna sin apremios, y Viano y Hernández concurrirán a las primarias con sendas listas únicas, la situación de Meier y Enrico es diametralmente opuesta. Aunque, personalismos mediante, les cueste aceptarlo, dependen uno del otro. A estas alturas, nada podría evitarlo. Cualquiera que gane la primaria, requerirá del adversario para arribar con chances a las generales del 2 de septiembre. Estas necesidades mutuas se agigantan porque los meieristas cuentan con el apoyo del socialismo y de MATE, así como los radicales frentistas están emparentados con el PDP y el ARI. Al igual que la candidatura de Freyre, las de Meier y Enrico, dentro de la misma coalición, despertaron otro interrogante de difícil respuesta: ¿Podrá este conglomerado de fuerzas políticas coincidir en un plan de gobierno y en una distribución de cargos que contenga a todos? “Firmat lo hizo, y mal no le va. ¿Por qué no podríamos nosotros?”, responden a coro los opositores cuando se les cuestiona la pausada construcción del modelo frentista. Quizá la diferencia sea que, en Venado, aún no se observa la misma vocación aliancista que en la vecina ciudad liderada por Carlos Torres. El tiempo de la concertación es hoy; después del 1 de julio será demasiado tarde. El triunfo de una fuerza sobre otra por amplio margen en las primarias daría lugar, incluso, a una coalición desequilibrada y, por lo tanto, con escasas aptitudes de gobernabilidad, como sucedió tras la interna abierta por la candidatura presidencial entre De la Rúa y Fernández Meijide, una experiencia que un radical y un ex frepasista no deberían olvidar.
(Publicado el viernes 20 de abril de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)
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