Luego de cuatro meses de postergaciones y dos convocatorias frustradas, anoche debió recurrirse a un sorteo para designar a las nuevas autoridades del Concejo. Agotadas las negociaciones, y ante la certeza de una nueva igualdad y de la inviabilidad de prorrogar otra vez el mandato de Miguel Pedrola, los ediles eran concientes de que debían aprobar un procedimiento para resolver el intríngulis.
En el amanecer de la víspera, no había dudas sobre la composición de los dos bloques que se disputarían la Presidencia: el Frente Progresista, con Claudio Natali, Lisandro Enrico, Roberto Meier y Oscar Pieroni; y el denominado pacto scottista-dematiísta con Delfor Hernández, Miguel Pedrola, Gustavo Giner y Bibiana Pieli. En tanto, Patricia Romero, de la vianista agrupación “17 de Octubre”, había adelantado su autopostulación, decidida a permanecer equidistante de ambas formaciones. No había dudas sobre los nombres, ni había dudas sobre el empate, es decir que todas las expectativas se centraban en el instrumento que se adoptaría para desequilibrar.
En este sentido, el cuarteto binnerista respaldaba el proyecto de resolución de Romero, cuyo objetivo era dirimir el desempate por sorteo entre los candidatos más votados (considerado por todos como “el mal menor”) y, además, anulaba el doble voto que Pedrola amenazaba con ejercer en su carácter de presidente.
Sin una alternativa superadora sobre la mesa, se suponía que los tres scottistas y Hernández acompañarían la propuesta del sorteo, que a la postre se impuso 5 a 4. Sin embargo, ese fue el momento elegido por el oficialismo para descargar una andanada de chicanas en el medio de la sesión. Entre ellas, Gustavo Giner vociferó que, con el sorteo, el Concejo se transformaría en un garito, siendo que es un mecanismo contemplado hasta en los tribunales electorales. También dijo que jamás un intendente venadense convivió con un presidente del Concejo opositor, obligando a la oportuna corrección de Enrico: la peronista Haydeé Guaci presidió el cuerpo legislativo en tiempos de Ernesto De Mattía, y este último, Esteban Stiepovich y Carlos Rosenzvaig, todos ellos radicales, lo hicieron durante el mandato de Roberto Scott. En otro de sus deslices de la noche, Giner condenó a la oposición por hacer cualquier cosa para quitarle la presidencia al scottismo, olvidando que su bloque ya había decidido votar a un opositor, Hernández, quien luego diría que el apoyo oficialista no lo convertiría en un complaciente. “No dejo de ser opositor”, sentenció Delfor, desacomodando un poco más a Giner.
Cerrado el cónclave, quedó flotando en el ambiente la sensación de que un resultado distinto no hubiera sido aceptado por el oficialismo con la misma hidalguía de los representantes legislativos del Frente Progresista.
Es posible que si Natali hubiera sido favorecido por el azar, por estas horas se estaría hablando de un desconocimiento del sorteo por parte de la Intendencia, como lo insinuaron los propios scottistas en los instantes previos, en sintonía con algunos agudos observadores que interpretaban que la modificación reglamentaria podría carecer de validez por no contar con la mayoría especial de los dos tercios. Después de la inédita -para nuestra ciudad- elección de un presidente por sorteo, una objeción desde la Intendencia habría deteriorado aún más la imagen del Concejo. De todos modos, apenas asomó del sobre el apellido de Hernández, con generosidad política, y sin mezquindades, Claudio Natali fue el primero que pidió la palabra para felicitar al ganador, prometerle apoyo en la gestión y legitimarlo en su flamante condición de presidente.
Luego, para determinar los restantes cargos, los ediles fueron más conciliadores, facilitando las mayorías para otorgar a Natali el premio consuelo de la vicepresidencia 1ª y al desplazado Pedrola la vicepresidencia 2ª, sin necesidad de apelar al fastidioso sorteo.
Sobre el filo de la medianoche, cada campamento escudriñaba el estado de situación. Ante la imposibilidad de controlar el Concejo por otro período, un alborozado scottismo celebraba que la coalición binnerista local no hubiera capturado la presidencia para reforzar sus pretensiones de gobierno; Hernández, otro precandidato al Sillón de Aufranc, anotaba al mismo tiempo en las columnas del debe y el haber: es el nuevo presidente del Concejo, pero con los comprometedores votos scottistas; los meieristas y Lisandro Enrico cayeron en el sorteo que ellos mismos habían promovido, pero pueden jactarse de su contribución a la gobernabilidad, de haber ofrecido por fin un gesto de unidad, y de impulsar, junto con la lucifuercista Romero, un mecanismo idóneo para salvar al Concejo del incendio, mientras el oficialismo sólo embarraba la cancha.
La imagen de Hernández arriando la bandera argentina al término de la sesión -Natali la había izado al comienzo-, arrancó la reflexión de un veterano radical presente en la sesión: “Espero que después de esta votación no baje también la bandera roja y blanca…”.
(Publicado el jueves 12 de abril de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)
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