Clausura que promete abrir un fuerte debate

La expresión popular cabeza de turco nació en Francia y pronto se difundió en España y América. Proviene de las ferias de diversiones y se debe a los juegos de “tiro al muñeco”. En ellos nunca faltaba alguno vestido de turco, y quien lo descabezaba, o volteaba, ganaba un premio. Hoy, hacer de alguien la cabeza de turco es endilgarle la culpa de otros. Una cabeza fácil de arrancar y que siempre viene bien para no perder la propia. A partir de la salvaje agresión sufrida a la salida de Tío Francis por Marcelo Olguín, hospitalizado en estado gravísimo, reina en la ciudad una sensación ambivalente; por un lado, que las autoridades municipales resolvieron, con la clausura preventiva del boliche, adoptar por fin medidas ejemplificadoras en la descontrolada noche venadense, y por otro, que se trata de una decisión política oportunista, a través de la jueza de Faltas, para deslindar responsabilidades propias y convertir en cabeza de turco al empresario Daniel Bertoni, propietario del local a cuyas puertas se produjo la cobarde patoteada contra el joven cañaseño.
Si bien entre los motivos de la clausura municipal se arguyen falencias menores de orden edilicio y de seguridad, la verdadera causa es la grave consecuencia del altercado que comenzó en el interior de Francis y se prolongó brutalmente en el exterior. El sentido común indica que no habría existido ninguna clausura si esa golpiza no pasaba a mayores. Las irregularidades se cometen a diario, pero la sospecha es que se castigan sólo en defensa propia, es decir, cuando los efectos políticos pueden volverse en contra de las autoridades.
Ayer mismo, la concejala oficialista Bibiana Pieli objetó los horarios de los boliches -ridículos por donde se los mire-, pero olvidó señalar que hay una corresponsabilidad, o responsabilidad mutua, entre el empresario, que se excedió en el horario permitido -el hecho ocurrió cerca de las siete de la mañana del domingo- y el Departamento Ejecutivo, que es el responsable de hacer cumplir las normativas municipales. Con el hecho consumado, Pieli pretende instalar, hacia delante, el debate sobre los horarios de los boliches, pero dicha iniciativa -plausible, por otra parte- no podrá ocultar que, en el pasado inmediato, con su sistemática vista gorda, la Intendencia no hacía más que incentivar las transgresiones de los empresarios.
Mientras se investigan las presuntas responsabilidades de Bertoni, con este precedente, la Intendencia deberá actuar, de ahora en adelante, con la ley en la mano, ejerciendo sin concesiones el poder de policía, y sin esperar un caso grave para recién entonces actuar. También debería ejercitar, alguna vez, la autocrítica y expulsar a los funcionarios que no cumplieron con sus deberes.
Asimismo, este hecho lamentable tiene que inaugurar un urgente debate en la sociedad venadense sobre el descontrol de la noche, caracterizada por horarios absurdos, controles oficiales que no existen y vigilantes que atemorizan, para satisfacción de los beneficiarios económicos de estos hábitos.

(Publicado el jueves 5 de abril de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)

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