La noche venadense no puede clausurarse, ni seguir como hoy

Ni la Intendencia podrá controlar la conflictiva noche venadense ordenando la clausura de todos los pubs y boliches, ni el Concejo dispondrá del sorteo salvador para definir por dónde empezar. La cuestión es, todavía, un enigma indescifrable para las autoridades políticas locales. De vez en cuando, las reglamentaciones se actualizan, pero es lo mismo, porque, antes que nada, no se internalizan en la comunidad, luego, no se ejerce el poder de policía con la rigurosidad necesaria y, entonces, los usos y costumbres -no provienen del sentido común, sino que son impuestos vaya uno a saber por quién- se degluten las normas establecidas por los legisladores e incumplidas al unísono por empresarios, clientes, padres, funcionarios y uniformados. Por buenas que sean las intenciones, la marcada tendencia a la transgresión convierte en letra muerta a las más sesudas regulaciones.
La región está aún conmovida por el crimen del joven cañaseño Marcelo Olguín, quien ni siquiera habría participado en la gresca iniciada en el interior del boliche, como lo relató el propietario de Francis, Daniel Bertoni. Aunque en nada modifica el fatal desenlace, el detalle revelado agiganta la irracionalidad del incidente. Es que no se trató de un tumulto entre barras, ni mucho menos, sino que fue la consecuencia de un altercado insignificante. Y este es un punto sobre el que habría que profundizar: ¿por qué un episodio menor desemboca en estos arranques de violencia elemental y primitiva?
Así suele suceder en un boliche, por culpa de un empujón accidental; en la calle, por un bocinazo de más; o en un estadio de fútbol, por vestir una camiseta con los colores del rival de turno. Profundas son las razones que distinguen a las sociedades cuyos miembros respetan a su prójimo como a sí mismos, de otras, como la nuestra, donde vulnerar los derechos de los demás es moneda corriente, y las conductas ejemplares, lejos de ser valoradas, suelen ser objeto de burlas.
A pesar de este contexto adverso, que sólo podrá corregirse al cabo de largos años (décadas, tal vez), inclusión social y educación pública mediante, es posible trazar estrategias para evitar males mayores en el corto plazo. En este sentido, es clave la actitud de las autoridades políticas. Estamos a pocos meses de la renovación de todo el Departamento Ejecutivo y la mitad del Concejo. Los distintos precandidatos apuran la elaboración de sus programas de gobierno. Pero, todos ellos, incluido el postulante oficialista, ¿saben qué hacer con el enigma noctámbulo? En referencia a las plataformas electorales, un encumbrado dirigente, sin sonrojarse, comentó días atrás en el café de San Martín y Pellegrini: “La verdad es que la estamos dibujando un poco… si la gente ni las mira a las plataformas. Más vale invertimos un poco más en volantes y afiches con la cara del candidato y un eslogan cortito”. Honestidad brutal, para definir la situación en dos palabras.
Unos que dibujan sus sagrados compromisos electorales y otros que ni siquiera se enteran de tales sacrilegios, porque no se interesan en la selección responsable de sus representantes y hasta confiesan que concurren a votar sólo por tratarse de una obligación. No son todos, claro está, pero sí demasiados como para no inquietarse.
En estas condiciones, la dirigencia política debe involucrar a la sociedad en el debate público de ciertos temas medulares, como lo es la noche venadense, y luego impulsar las medidas correctivas, con los concejales legislando y el intendente haciéndolas cumplir.
Voluntarista, en la sesión legislativa de anteanoche, el concejal Lisandro Enrico presentó un proyecto de ordenanza para reforzar la regulación municipal vigente, propiciando que las responsabilidades de los propietarios de pubs y boliches se extiendan hasta 150 metros de los locales, mediante la contratación de vigilancia privada. Enseguida, uno de sus pares advirtió que la vía pública debe estar bajo la custodia de policías, abriendo una polémica que continuará en el posterior estudio en comisión de la iniciativa. Sin embargo, no bastarán acciones parciales para resolver esta problemática, sino que debe encararse a fondo (desterrando los temores a las decisiones “piantavotos”), contemplando la relocalización de algunos locales, el control de la abusiva ingesta de alcohol (menores incluidos) y la revisión de los absurdos horarios de apertura y cierre, más allá de la previsible resistencia que podrían ofrecer los empresarios y los propios habitué de pubs y boliches.
Tampoco es la solución la clausura preventiva de un boliche. En el caso de Francis, esa medida de orden político sirvió a los efectos de calmar los ánimos y, de paso, descargar las presuntas culpas en el dueño del boliche. ¿Por qué no se clausuran otros sitios donde esas golpizas son frecuentes? ¿Porque no hubo ningún muerto? ¿Qué se juzga con la clausura… la precisión del trompis letal?
Los mismos episodios de violencia se repiten todos los fines de semana, y en distintos lugares, siendo los perjudicados, a veces los concurrentes a pubs y boliches, a veces los vecinos de estos locales.
Que se abra el debate, que la dirigencia lo convoque, que la sociedad opine, que nadie más se haga el distraído, y que nadie vuelva a cruzarse de brazos… hasta la próxima muerte.

(Publicado el viernes 13 de abril de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)

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