Entrevista a Vicente Sava


Los recuerdos del amigo venadense de Nicolino Locche

Vicente Sava es aún muy recordado en la ciudad, sobre todos por aquellos que superan los 50 años, tanto como su hermano “Chito”, caudillo del peronismo venadense hasta mediados de los ‘80.
Surgidos en la política local al calor de la “Resistencia Peronista”, tras el Golpe del ’55, los Sava despertaban amores y odios. Los más veteranos no olvidan las furiosas internas que libraban el “Chito”, con Vicente como escolta, contra la fracción de Héctor Manzini. Tanta fue la rivalidad que en el ’73 concurrieron divididos a las elecciones y posibilitaron el impensado triunfo de Fernando López Sauqué, con la "Unidad Vecinal", al mismo tiempo que en toda la Argentina las urnas desbordaban de votos peronistas. Aún hoy, a pesar de los años y los achaques, Vicente se mantiene ligado al justicialismo, tanto es así que asistió al acto que el precandidato a gobernador Agustín Rossi presidió el 15 de diciembre en Teodelina.
También se lo recuerda a Vicente Sava por haber sido uno de los amigos dilectos de Nicolino Locche, “el Intocable”, aquel gran campeón mundial de peso welter junior, que desde su Mendoza natal asombró con sus fintas, sus amagues, sus célebres “visteos”, un Chaplin del cuadrilátero que le dio un toque artístico al duro deporte de los puños. Como supo definir un prócer del periodismo, Félix Daniel Frascara, en una noche del ’60, desde el ring side del Luna Park, Nicolino expresaba “el arte de no pegar sin dejarse pegar”. Así era nomás, un talento defensivo; un temible contragolpeador; transgresor; enemigo del gimnasio y la balanza; adicto al cigarrillo como pocos. “Fue una amistad de más de 40 años. El 7 de septiembre fue el primer aniversario del fallecimiento de Nicolino… cinco días antes hubiera cumplido 67 años”, acota Vicente, visiblemente emocionado.

- ¿Cómo empieza esa amistad tan perdurable?
- En el año ’64, yo me dedicaba a la venta de fruta, y estando en San Martín, Mendoza, un finquero amigo me invita a comer un asado en su casa. Los otros invitados eran Jorge Cafrune, Daniel Riolobos y Nicolino Locche, que ya era campeón de tres categorías. En esa cena se originó una larga y profunda amistad con Nicolino.

- ¿Qué recuerda del Nicolino boxeador?
- Era un virtuoso, un elegido, uno de esos tipos que nacen uno cada cien años, como Diego Maradona en el fútbol. Su estilo fue único e inimitable, un verdadero maestro del boxeo. Pero era muy haragán para el gimnasio. A él le encantaba agasajar a sus amigos. Recuerdo que muchas veces me llamaba por teléfono a la mañana para que me fuera a su casa, en Mendoza, a comer un chivo, por ejemplo. Y allá salíamos con el auto, a comer juntos, y al otro día volvíamos.

- ¿También lo acompañaba en las peleas?
- Sí. Cuando Nicolino peleaba los sábados en Buenos Aires me pasaba a buscar por acá los miércoles. Se devoraba los tallarines que le preparaba mi señora y partíamos. Y el jueves a la mañana salía a correr por Palermo, bajo las órdenes del preparador físico; mientras tanto, don Paco Bermúdez -manager de Locche- y yo tomábamos mate en el auto. En esos entrenamientos matinales se encontraba con Víctor Galíndez, Víctor Echegaray, “Ringo” Bonavena, Ramón La Cruz y Carlitos Monzón, unos monstruos de la época.

- ¿Guarda en la memoria alguna anécdota vivida con él?
- Muchísimas. Una de las más simpáticas fue cuando Nicolino peleó en Buenos Aires con el campeón del mundo, Ismael Laguna, en el ’65, y fuimos a verlo con mi hermano Chito, Marcos Ciani y el gerente del Banco Monserrat. Habremos llegado al hotel a las siete o siete y media de la tarde. ¡Y el tipo todavía estaba durmiendo la siesta! No podíamos creer que viviera con tanta tranquilidad. Esta misma situación se dio en Japón… Locche se durmió en el camarín un rato antes de salir a pelear por el título del mundo.

- ¿A Venado venía seguido?
- Sí, muy seguido, por lo menos cada 15 días. Si no tenía alguna pelea cercana, pasábamos muchas horas en el Chanta Cuatro, comiendo asados, jugando al truco, al metegol. Nicolino amaba esta ciudad. Tanto es así que cuando gana el título mundial ante Paul Fuji, el 12 de diciembre del ‘68, desde arriba del ring dedica el triunfo, no a los hermanos Sava, sino a Venado Tuerto. Y después de esa pelea nos vino a visitar al Chanta.

- También compartieron negocios.
- Así es. En su momento nos asociamos en una inmobiliaria que estaba en Mitre 77 y fue muy exitosa. “Sanico” se llamaba, por mi apellido y el diminutivo de su nombre. Y jamás tuvimos problemas entre nosotros. Locche era muy derecho y muy desinteresado. Por eso mismo murió pobre, con una módica jubilación.

- Nicolino era un gran fumador…
- Fumaba muchísmo, jamás dejaba el cigarrillo, ni siquiera cuando entrenaba. Cuando venía a Venado los muchachos se sorprendían porque durante la comida era capaz de fumarse cuatro o cinco cigarrillos, pitaba entre bocado y bocado, a veces. Sus preferidos en ese tiempo eran LM y Benson. Todos los días se fumaba dos atados. Al final lo pagó muy caro, porque sufrió graves problemas respiratorios, aunque, según dicen, hasta último momento siguió fumando a escondidas de la familia. En cambio, con la bebida nunca cayó en excesos. Bebidas blancas no tomaba, aunque su botellita de vino tres cuartos en las comidas era infaltable.

- Después del éxito, ¿él cambió su forma de ser o siguió siendo el mismo que usted había conocido?
- Siempre fue igual, jamás cambió su estilo. Esa misma humildad de los primeros años la conservó siendo campeón mundial. Y a pesar de las dolencias que lo aquejaron por culpa del cigarrillo, su carácter alegre, amable y bonachón perduró hasta su último día.

- Usted también lo acompañó en la mala época, después de perder el título mundial.
- Bueno, el título lo pierde en marzo del ’72, en Panamá, con Alfonso Frazer. Y un tiempo después Nicolino empieza a sufrir dificultades, le llovían los embargos al pobre. Así que me reuní con Tito Lectoure y organizamos una serie de exhibiciones en el interior del país para recaudar fondos y saldas esas deudas. También conseguimos que la Gobernación mendocina lo contratara para dar clases de boxeo.

- Vicente, usted tiene en su casa un pequeño museo con recuerdos del Intocable…
- Así es. El primer pantalón me lo regaló en Ezeiza, antes de partir a Japón para pelear con Fuji. “Te regalo este pantalón con el que gané tres títulos sudamericanos porque me vuelvo con el cinturón de campeón del mundo”, me dijo Nicolino,
con esa confianza enorme que se tenía. También me trajo la ropa de entrenamiento con la famosa publicidad de Peñaflor y el afiche gigante con que se había promocionado en Tokio el combate con Fuji. Tengo el trofeo y los guantes de la pelea con Antonio Cervantes, el famoso “Kid Pambelé”. En fin, es un pequeño museo que atesoro en mi casa junto a los mejores recuerdos de tantos años de amistad con Locche.

- ¿En los últimos años se siguieron frecuentando como antes?
- No, ya no tanto. Yo sufrí algunos problemas serios de salud y él también se enfermó. Esos inconvenientes nos fueron distanciando un poco. También había cambiado bastante la situación económica de los dos. Ya no estábamos tan bien como en aquellas épocas de los años ‘60. Los dos nacimos en cunas humildes, disfrutamos de una etapa de apogeo y volvimos a vivir con lo justo.

- Gracias por los recuerdos, Vicente…
- No, gracias a ustedes por acordarse, no tanto de mí, sino de esta relación de amistad tan entrañable con ese gran campeón y, ante todo, con ese enorme ser humano que fue Nicolino Locche. El nació y murió en su Mendoza, pero tenía una “segunda patria”, y era Venado Tuerto. Esta visita del diario me emociona porque la siento como un justiciero homenaje a la leyenda, al viejo amigo, a ese boxeador único e idolatrado que tantas sonrisas nos arrancó a los argentinos.
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Biografía intocable
Nicolino Locche nace el 2 de septiembre de 1939 en Mendoza.
A los nueve años comienza a practicar boxeo, debutando como profesional el 11 de diciembre de 1958, con un triunfo por nocaut en el segundo round ante Luis García. Más tarde se consagraría campeón mendocino, campeón argentino y campeón sudamericano de peso liviano. En 1966 ingresa a la categoría welter junior y obtiene las coronas nacional y continental.
Se lo conocía como “el Intocable”, llenaba el Luna Park en cada una de sus presentaciones, incluso es el primer boxeador del país que lleva público femenino a sus peleas. En 1968 llega a la cima de su carrera deportiva y se consagra campeón mundial venciendo a Paul Fuji, en Tokyo. Defiende su título exitosamente en seis ocasiones, ante Manuel Jack Hernández; Carlos Hernández; Joao Enrique; Adolph Pruitt; Antonio Cervantes y Domingo Barrera Corpas, hasta que el 10 de marzo de 1972 pierde la corona por puntos, en Panamá, contra Alfonso Frazer. Aunque intenta recuperarla, no lo logra y decide retirarse en 1973, aunque volvería en 1975, por los apremios económicos. Poco después llegaría el retiro definitivo, con 117 victorias (sólo 14 por nocaut) en 136 combates profesionales.
En 2003 ingresa al Salón Internacional de la Fama del Boxeo.
A fines de abril de 2004 se presenta el libro “Nicolino Locche, la leyenda intocable”, que narra su biografía deportiva a lo largo de 300 páginas.
Locche muere el 7 de septiembre de 2005, en Mendoza, cinco días después de haber cumplido 66 años.

(Publicada el lunes 22 de enero de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)

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