Ciudad limpia, un propósito que requiere coraje político

Hoy la higiene de los espacios públicos venadenses deja bastante que desear. Los vecinos así lo hacen saber mediante sus reclamos, tanto en la Intendencia, como a través de la prensa. Concientes de ese malestar, debieron brindar explicaciones dos altos funcionarios: la secretaria de Servicios Públicos, Liliana Rostom, primero, y el supersecretario José Freyre, después. Si bien ambos alertaron sobre la inconducta social de algunos convecinos, crítica con la cual no se puede menos que coincidir, está visto que la administración tiene demasiados problemas para cumplir con una de sus obligaciones más elementales, como lo es mantener la limpieza de la ciudad.
No hay ninguna duda de que Venado cuenta con habitantes desaprensivos que no dudan en alterar el entorno social sacándose la basura de encima a cualquier hora y cualquier día. Si se trata de residuos menores, aún sabiendo que los recolectores circulan cerca de la medianoche, sacan sus bolsitas mucho tiempo antes, incluso en horas de la mañana, dejándolas a merced de los perros o la putrefacción; si son residuos mayores, como los restos de podas y cortes de pasto, los acumulan en la calle (total es “pública”), sin importar que falten 10 días para la recolección. Como síntesis, la vertiginosa formación de “minibasurales” en terrenos baldíos es la más flagrante expresión de un comportamiento irracional.
Sobre estas actitudes, los funcionarios no hacen más que culpar a la gente, y tienen parte de razón en ello, pero fallan en dos aspectos que son de su entera incumbencia: 1) No promueven campañas de concientización sistemáticas; y 2) No tienen el coraje de aplicar, en segunda instancia, las medidas correctivas pertinentes.
Quienes nos disponemos a “con-vivir” en sociedad, en lugar de recluirnos, solitarios, en una isla perdida en medio del mar, o tal vez en la recóndita ladera de una montaña, debemos cumplir con una suerte de “contrato social” que nos ponga a resguardo de ciertos signatarios irresponsables del mismo. Así pues, una vez superado un lapso de sensibilización, tendrá que sobrevenir una estricta inspección municipal que multe las transgresiones, tanto sea de horarios como de procedimientos, en relación con los residuos que se colocan en la vía pública. Es cierto que estos procesos de transformación de los hábitos sociales son antipáticos, sobre todo en sus inicios, y ocasionan disgustos (¿pérdida de votos?), pero es la única forma: primero la concientización social y después la penalización individual. No hay sociedad seria que no se organice bajo estos preceptos básicos. En Venado, en cambio, ni siquiera se los tiene en cuenta. Ni se sensibiliza, ni se apercibe, ni se castiga. Ni tampoco se premia a los “cumplidores”.
En consecuencia, no basta con llamados voluntaristas a colaborar con la limpieza de los espacios públicos. Una ciudad es una suma de complejidades que requiere de otras decisiones, por fastidiosas que resulten. De otro modo, seguiremos barriendo la tierra debajo de la alfombra.

(Publicado el martes 23 de enero de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)

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