En su fase dos, el paro agropecuario no empezó desde cero, sino que arrancó a partir de las mismas tensiones extremas que se dieron a finales de marzo, hasta decretarse la tregua del 2 de abril, en la cumbre ruralista de Gualeguaychú. En este nuevo capítulo, los cuatro líderes de las entidades gremiales, desandando despachos gubernamentales y estudios televisivos como nunca habían imaginado, cedieron el protagonismo ante el regreso del mediático caudillo entrerriano Alfredo De Angeli, apurado por volver a la ruta 14 e imponer su impronta asambleísta, en tanto que otros sectores del agro, como ocurre en nuestra ciudad, cumplen el mandato de las cúpulas, sin sobrepasar -por ahora- el límite de las banquinas en la rotonda de las rutas 8 y 33, salvo en esporádicas incursiones para distribuir panfletos entre automovilistas y camioneros. Al mismo tiempo, decenas de militantes reparten volantes y escarapelas en la zona de los bancos, y prometen continuar el fin de semana en el centro y en los barrios. Ningún medio televisivo nacional se interesaría por este tipo de manifestaciones locales, así como los piquetes más activos ganan pantalla en los canales de noticias. “Sin acción en las rutas, no hay De Angeli que valga”, es la consigna de los productores de TV, para desesperación de los capataces del campo, que acotaron el cierre de la exportación de granos y carnes hasta el jueves 15, en busca de reanudar el diálogo con el Gobierno, pero fortalecidos por los efectos de la medida de fuerza en la actividad económica. Penosamente, aunque el abastecimiento de alimentos para las familias argentinas no entre en riesgo, la continuidad del paro está pegando duro, con la agroindustria, los pueblos del interior y hasta el sistema financiero (mayor demanda de dólares, caída de bonos y alza de tasas de interés), que empiezan a sufrir las consecuencias de la parálisis. Hasta se postergó la próxima Agroactiva, en Oncativo, y Mercoláctea, en San Francisco, se inauguró en un clima de luto, con crespones negros incluidos.
“Tengo aguante”, dijo la presidenta Cristina Fernández desde Jujuy, doblando la apuesta chacarera, con ese estilo poco conciliador que cultiva el kirchnerismo -que tal vez era recomendable para 2003, pero provoca irritación en 2008-, en el mismo discurso donde se jactó de la “calidad institucional” de su gobierno (aunque sobrevivan los obscenos superpoderes y decrezca cada día la influencia del Congreso de la Nación) y se comprometió a “federalizar la riqueza”, a pesar de que, en la práctica, aumenta los impuestos no coparticipables con las provincias (como las retenciones agropecuarias) y se resiste a debatir la ley de Coparticipación Federal.
Después de las conversaciones frustradas con las autoridades nacionales, la dirigencia del campo se dispone a iniciar una cabalgata de visitas a gobernadores; legisladores nacionales y provinciales; intendentes y presidentes comunales, a los efectos de explicarles los motivos del paro y, sobre todo, obtener los respaldos políticos para sostener la protesta. Anoche, el diputado provincial Jorge Lagna, junto con otros legisladores justicialistas de la Región Centro (Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos), participó en el envío Código Político (TN), reclamando un criterio federal para el debate de los temas agropecuarios. En el documento -también es cofirmante el senador provincial Ricardo Spinozzi-, los oficialistas piden la “participación activa de los gobiernos provinciales que conforman la Región Centro, y de los gobiernos de las provincias que sin formar parte de la misma son productoras agroalimentarias”. Sostienen que “el diálogo es la herramienta racional y democrática para construir consenso y este solo se logra con actos de grandeza, donde los interlocutores efectúan concesiones en pos del resultado superador”, agregando que “las retenciones no deben desalentar a la producción, a la vez que deben preservar la rentabilidad para los pequeños y medianos productores, sin lesionar el aparato productivo ni menoscabar las expectativas de obtener mejoras frente a la coyuntura internacional”.
Mientras desde las rutas, o desde los atriles, se intercambien tiros por elevación, ambas partes saben que, tarde o temprano, deberán sentarse otra vez a dialogar. Según la actual relación de fuerzas, el campo está lejos de la rendición deshonrosa que, según dicen, propiciaba el ex Presidente en funciones, Néstor Kirchner; en tanto, más allá de la súbita caída de la imagen positiva de Cristina, el Gobierno tiene espaldas anchas para aguantar la protesta un tiempo más. Pero todo tiene un límite, y nada más saludable podría suceder que este conflicto se desactivara sin vencedores ni vencidos, porque un retroceso oficialista, a estas alturas, resentiría aún más su mellada credibilidad; pero una victoria pírrica del kirchnerismo profundizaría sus tendencias hegemónicas.
(Publicado el viernes 9 de mayo de 2008 en diario El Informe)
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