Diálogo con las retenciones sobre la mesa y el acto del 25 en el horizonte

Mañana se reanudaría el diálogo del Gobierno con el campo después de levantarse en la medianoche el paro agroexportador, dando apertura a una segunda tregua, mientras las cuatro entidades mantienen el estado de alerta y movilización e impulsan un acto federal multitudinario para el domingo 25 en la ciudad de Rosario. Si bien anoche hasta el áspero entrerriano Alfredo De Angeli aceptó bajarse de la ruta 14 en busca de no entorpecer el reinicio de las conversaciones, para los jefes del campo fue una ardua tarea convencer a los manifestantes de la necesidad de volver a creer en las buenas intenciones kirchneristas de negociar un acuerdo global, ahora contemplando en el orden del día la revisión de las retenciones móviles. Estas dificultades para recuperar la credibilidad demuestran la equivocación de la mayoría de los analistas, incluidos los más afines a la protesta agraria, que la semana pasada criticaban a la dirigencia por no haber desactivado el paro después del discurso de la presidenta Cristina Fernández en la cancha de Almagro. En ese momento, un levantamiento de la medida hubiera significado una ruptura entre las cúpulas ruralistas y sus bases, con el riesgo de desembocar en decenas de piquetes incontrolables. Sólo la actitud racional de los líderes gremiales, aun cuando debieron pagar altos costos políticos por ello, evitó un previsible desborde en las rutas de todo el país. En rigor, el discurso presidencial del 14 de mayo -en el acto de asunción de Néstor Kirchner como jefe del justicialismo-, no había sido tan explícito como algunos intentaron presentarlo, aunque también es cierto que marcaba un progreso conciliador luego de los soberbios retos del tumultuoso marzo. “Tengan la certeza de que quien preside los destinos de la República va a ejercer con responsabilidad, sin rencores, sin antagonismos y sin falsas o artificiales divisiones en el pueblo”, dijo Cristina la tarde que Néstor optó por el silencio. La tarde que los Kirchner sepultaron los alardes de transversalidad para refugiarse en el aparato pejotista.

Movilidad acotada
Las inminentes negociaciones del campo con los Fernández de Kirchner estarán en sintonía con la exigencia de tres de cada cuatro argentinos de una “pronta salida” del conflicto que desencadenó una caída de la actividad económica e incertidumbres financieras varias, sin tanto margen para una discusión a largo plazo, ni tanto apuro para negociar bajo presión. Tanto es así que el diálogo se iniciaría mañana, pero la definición se anunciaría la semana que viene, después de acallados los efectos del acto rosarino.
Por eso, aunque nadie descarta de plano la aparición de un mediador como salvataje de última instancia, hoy suena con fuerza la opción de introducir correcciones en la controvertida medida gubernamental del 11 de marzo, de modo tal que las retenciones móviles se sigan denominando como tales, pero estableciendo una movilidad acotada entre ciertos porcentajes. Entonces, la desavenencia podría desembocar en los próximos días en una salida sin vencedores ni vencidos, la más deseable para que los adversarios de hoy se conviertan en aliados estratégicos de mañana, primero para elaborar una política agropecuaria de largo plazo y, luego, creadas las condiciones técnicas y restablecida la confianza recíproca, para multiplicar la producción de los alimentos que el mundo demanda con avidez, mientras los argentinos alegremente perdemos mercados.
No hay dudas de que el Gobierno es el más damnificado en esta confrontación, porque hasta la más saludable de las medidas puede transformarse en un problema si no se adoptan elementales prevenciones. Habituados a imponer en lugar de convencer, los Kirchner lanzaron con las retenciones móviles una estocada más, como tantas otras, con la seguridad de que nadie levantaría la voz, salvo algún opositor aislado, o un líder campesino necesitado de guardar las formas. Pero ocurrió lo imprevisto. Con la Federación Agraria despechada después de tantas frustradas visitas a la Casa Rosada para solicitar un trato preferencial a los pequeños y medianos productores (sobre todo en regiones desfavorecidas y con actividades menos rentables), una reforma en los contratos agrarios para impedir el avasallamiento de los pools sojeros, y una intervención estatal en el mercado contra el atropello de los grupos exportadores, apenas se precipitaron las retenciones, nadie vaciló en arracimarse, a la defensiva, en un frente común con los más recoletos miembros de la Sociedad Rural.
Hasta muchos de los funcionarios K, desde gobernadores hasta concejales -algunos por convicción, otros por especulación-, saltaron la tranquera en los pueblos del interior más ligados a la actividad agropecuaria, para no quedar pegados con el Gobierno y divorciados de la gente.
Decretada a escasas semanas de una cosecha; igualando a los desiguales; con una metodología que liquidaba los mercados a término; ignorando una vez más las atribuciones del Congreso para fijar impuestos a las exportaciones; y en medio de una merma de la rentabilidad de distintas actividades (obligando a los productores a refugiarse en el boom de la soja), la medida enardeció al gigante dormido. Y los beligerantes Kirchner bebieron de su propia medicina, más amarga aún que las dosis paladeadas con las marchas de Blumberg y el revés de la reelección en Misiones; y más indigesta que las estadísticas reveladoras de un crecimiento de la economía, con una pobreza también en aumento, jaqueando el discurso oficial de la redistribución de la riqueza.

Partido del Campo
Como si el destino le cobrara intereses por sus errores, los Kirchner, que eludieron el Tedeum del cardenal Bergoglio en la Capital Federal mudando los actos centrales del 25 de Mayo a la ciudad de Salta, donde se aguarda un módico gentío, se encuentran ante la amenaza, el mismo día y a la misma hora, de un populoso acto federal en Rosario, convocado por las cuatro entidades del agro, que aún dudan si la marcha y posterior concentración servirán para festejar el acuerdo con el Gobierno, o para anunciar otra escalada de protestas. No obstante, con independencia de las demandas sectoriales que desataron el conflicto, el Monumento a la Bandera sería testigo de los reverdecidos reclamos de federalismo y división de poderes, pero no tanto por la convicción de gobernadores y legisladores, sino porque el tema de las retenciones disparó críticas generalizadas contra un Gobierno que practica una excesiva concentración de los recursos, en detrimento del derecho de los estados provinciales, reduciendo a su mínima expresión la influencia de los gobernadores y del Congreso de la Nación, con el resultante debilitamiento de los controles institucionales. En este sentido, también se multiplican los pedidos de una mayor coparticipación a las empobrecidas provincias; la devolución en obra pública de un porcentaje de las suculentas retenciones (no coparticipables) que recauda el Gobierno; y la anulación de los insostenibles superpoderes para la Casa Rosada -propios de la emergencia económica- que no se condicen con el florecimiento de las cuentas públicas que pregonan.
Otros sectores se regodean con dar, en el acto del domingo, el puntapié inicial para fundar el PC (Partido del Campo), tal vez confundidos por el amplio apoyo popular a la protesta. En rigor, ese proyecto es el más funcional al Gobierno, como lo deslizó la propia Cristina en un párrafo no tan observado de su discurso del 14 de mayo: “También quiero convocar a la necesaria reconstrucción del sistema político argentino, porque es necesario que todos, aun aquellos que tal vez estén en las antípodas de nuestro pensamiento, puedan expresarse democráticamente a través de un partido político”.
En la política se supone que debería unir el amor, pero entre los dirigentes del campo, como dijo Buzzi en alusión a la protesta, “nos une el espanto”. Todo dicho. Individualista por definición, en tiempos de crisis y en tiempos de bonanza, el productor debería aprovechar esta lección para incorporarse a la política y, antes aun, a la actividad gremial del sector. En este sentido, algunos dirigentes destacan la conveniencia de militar en distintos partidos políticos y luego defender desde las bancas del Congreso -transversalmente- los intereses de la actividad. Sin embargo, desde otros sectores, como el Grupo Pampa Sur, que integra la secretaria binnerista María del Carmen Alarcón, consiguieron constituirse en un partido político de fuerte base agropecuaria, al estilo del Partido Nacional del Campo australiano.
Como partido propio, o dentro de los espacios tradicionales, el campo se erigió en un actor político insoslayable para el Gobierno y la oposición, escenario que le otorga más poder y, también, más responsabilidades.

(Publicado el miércoles 21 de mayo de 2008 en diario El Informe)

1 comentario:

Charlie Boyle dijo...

No apoyo el acto del 25 de mayo en Rosario. Me parece un cocktel explosivo, muy peligroso. Algo va a salir de allí y seguro que se van a envalentonar. Nada bueno se puede construir de la bronca, menos sin una construcción ideológica y política profunda.
Tal vez este acto sea el principio del final.