En repudio al acto del 25, el Gobierno dilata los tiempos y agiganta los riesgos

Tanta expectativa para nada; o, tal vez, nada, por tantas expectativas. Tanto se había rumoreado en los últimos días la inclusión por parte del Gobierno de la alícuota de las retenciones móviles en el temario de la reunión con las entidades del campo, que eso mismo habría influido para postergar una vez más -hasta un incierto lunes próximo- el tratamiento de la espinosa cuestión. Hasta la redacción oficial del orden del día había sido ambigua, pues no se estableció ese punto como “retenciones móviles”, sino como “mercados a futuro”. Todo un detalle de la actitud condicional con que los Fernández de Kirchner recibirían a los líderes ruralistas.
En la columna de El Informe de anteayer, titulada Diálogo con las retenciones sobre la mesa y el acto del 25 en el horizonte, habíamos anticipado que “la definición se anunciaría la semana que viene, después de acallados los efectos de acto rosarino”. También señalamos que este nuevo capítulo de las negociaciones se desarrollaría “sin tanto margen para una discusión a largo plazo, ni tanto apuro para negociar bajo presión”. En otras palabras, aun cuando las distintas alternativas de corrección de las retenciones móviles eran relativamente fáciles de conciliar, la política está entorpeciendo cualquier solución técnica, por obvia que resulte.
Anoche, el jefe de Gabinete y líder de los negociadores oficialistas, Alberto Fernández, admitió en TN que el del domingo en el Monumento a la Bandera es un acto de la oposición (aunque la protesta incluye a influyentes funcionarios K) y, desde esa perspectiva se desprende que en modo alguno se hubiera facilitado, después de tanto tiempo, un acuerdo que pudiera ser presentado por el campo como “la derrota del Gobierno”, en el marco de una celebración multitudinaria.
Mientras la marcha de la economía y la paz social requieren de una inmediata desactivación del conflicto, el Gobierno aguarda el instante propicio para aceptar la indispensable corrección, a pesar de que este calvario ya le ocasionó un fuerte desgaste político a la presidenta Cristina Fernández y una enorme pérdida de credibilidad a la gestión. Las propias encuestas le dan la espalda a los temores de la Casa Rosada, porque a la par de su propia caída en popularidad, ni uno solo de los líderes opositores se beneficia políticamente por estos días. Pero el Acto Federal es insoportable para el Gobierno, y no cederá en nada hasta la semana que viene, aunque todos saben que esa misma demostración de fuerza del campo entraña riesgos para la continuidad del diálogo. Decenas de miles de personas en Rosario -ya están todas las plazas hoteleras reservadas- no solo opacarían el acto oficial en Salta, sino que podrían precipitar una catarata de discursos sobrecargados ante la presión de la multitud. El carismático entrerriano Alfredo De Angeli ya había augurado que la concentración del 25 sería de festejo, o bien se convertiría en una asamblea popular. Así como no levantaron el paro después de la palabra presidencial del 14 de mayo en la asunción de Néstor Kirchner como jefe del PJ, porque las bases no lo permitían, la cúpula ruralista necesitaba que anoche mismo se hubieran establecido más definiciones que una enésima postergación hasta el lunes. Si bien el campo se declaró en estado de alerta y movilización, sin volver al paro de las exportaciones, los piquetes agrarios más exaltados regresaron ayer a la vera de las rutas, como primer coletazo del desencanto. Ahora, el acto del domingo adquiere una influencia mayor aún, porque la cantidad de manifestantes, el tono de los discursos, la presencia opositora y la interpretación mediática, podrían incidir en el humor de los negociadores.
Con los líderes del campo apurados por la demanda de sus propias bases y el Gobierno dispuesto a no resolver bajo presión para no perder autoridad, el conflicto se dilata eternamente, en un contexto tragicómico, donde las partes ni siquiera se tienen la confianza recíproca -nadie cree en nadie- para unificar las conclusiones ante la prensa, agigantando la incertidumbre de todos los actores involucrados en esta porfía, desde el obrero cuya fuente laboral está en riesgo, hasta el inversor vacilante en apostar a la Argentina, o emigrar a los más predecibles Chile, Uruguay o Brasil.
Tanto es así que, incluso, está en duda la reanudación de las conversaciones, pero son los tiempos políticos los que mandan, sobrepasando las urgencias que impone el sentido común. Desde hace un buen tiempo se juega con fuego. El acto rosarino del domingo 25 será sinónimo de bronca y catarisis y, en este marco, los organizadores deberán extremar las precauciones para impedir desbordes propios y provocaciones ajenas. Todo estará otra vez en peligro. Mientras la dirigencia agropecuaria se desespera para no reiterar una factible radicalización de la protesta que les quitaría el respaldo popular y mediático, hasta aislarlos, los Kirchner, como si se tratara de una interna de menor cuantía, lejos de asumir una estatura de estadistas, no se esfuerzan en absoluto para acelerar la pacificación antes de que sea demasiado tarde.

(Publicado el viernes 23 de mayo de 2008 en diario El Informe)

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