Como si se tratara de una pelea de novios adolescentes, hasta descubrir quién aguanta más sin llamar al otro para ceder y volver a empezar, el Gobierno se declaró ofendido por los discursos del contundente acto rosarino del domingo 25 y suspendió la reunión pactada para la tarde de ayer con las entidades agropecuarias.
La concentración a orillas del Paraná fue un mazazo político para el Gobierno, en primer lugar por el número y la diversidad de manifestantes, aunque estas virtudes nunca las reconocería, y luego por el tono de las arengas, que se convirtieron en la excusa oficial para evitar, una vez más, negociar bajo las presiones del campo y sus aliados.
El viernes último, en el análisis titulado En repudio al acto del 25, el Gobierno dilata los tiempos y agiganta los riesgos, señalamos que “ahora el acto adquiere una influencia mayor aún, porque la cantidad de manifestantes, el tono de los discursos, la presencia opositora y la interpretación mediática, podrían incidir en el humor de los negociadores”. Desde entonces era previsible que en un acto con cinco oradores, ante tamaña multitud, y luego de dos meses y medio de tensión, se pronunciarían discursos duros contra las políticas agropecuarias kirchneristas. Sin embargo, referentes kirchneristas rescataron las palabras conciliadoras de Luciano Miguens (Sociedad Rural) y denostaron a Eduardo Buzzi y Alfredo De Angeli, los dirigentes de la Federación Agraria. Todo un símbolo de la contradicción oficialista. Son los productores más chicos, propietarios o arrendatarios -la clase media rural-, los más indignados con el Gobierno, porque temen que las retenciones abusivas los saquen de la cancha, tal vez no en lo inmediato, pero sí más adelante, cuando las condiciones globales no sean tan favorables. Con otra escala de producción, los grandes productores no resultan tan damnificados por las retenciones, desmintiendo el relato K en dos aspectos medulares: 1) Los pequeños y medianos productores no son funcionales a ninguna oligarquía terrateniente, sino que defienden sus propios intereses; y 2) Las retenciones abusivas estimulan la concentración de la tierra, y por ende de la riqueza, en tanto los más grandes tienden a absorber a los más chicos, en contraste con la declamada redistribución.
En la evaluación de la símbología, los Kirchner se habrán encolerizado por el apoyo al campo de Darwina Gallicchio, una de las abuelas de Plaza de Mayo, y por haber quedado más contentos con Miguens que con Buzzi, un hombre que supo estar cerca del hoy diluido proyecto K, después de haber votado en distintas elecciones presidenciales a Patricia Walsh y Fernando “Pino” Solanas, que no son exponentes de esa derecha con que el Gobierno se propone encapsular a la masiva protesta del interior del país.
Ayer se especuló hasta entrada la noche con la presentación unilateral de las correcciones a las retenciones móviles, a los efectos prácticos de fijar un techo a dicha movilidad, tal vez hasta un 50 por ciento, si es que la tonelada de soja excediera de los 600 dólares, la misma enmienda que el Gobierno tiene en carpeta hace más de tres semanas, pero que oculta a la espera del tiempo político más conveniente para sus intereses, o que menos daño le adicione. Tal vez las entidades del agro se conformarían con esas modificaciones, pero antes que a dicho acuerdo, Kirchner estaría apostando a que la base chacarera se descontrole, se desvincule de las organizaciones, se anarquice, vuelva al corte de rutas, genere desabastecimiento, y pierda las mayoritarias simpatías de la población.
Mientras la Casa Rosada culpaba al campo de “romper el diálogo” en el acto de Rosario, los ruralistas llamaban a “no caer en las provocaciones del Gobierno”. Todos se cuidan de mostrarse intransigentes, porque el grueso de los argentinos demanda una salida.
Es cierto que hubo discursos ásperos, pero también lo es que el Gobierno está admitiendo un error que no se decide a corregir de una buena vez, a pesar de que con esa tozudez mantiene en vilo a todo un país. Anoche, tras cuestionar el desplante del Gobierno, los líderes del agro interrumpieron una larga reunión para anunciar un cuarto intermedio hasta hoy a las 10, cuando volverán a encontrarse a la espera de señales positivas. Apelando a la racionalidad política, hasta los piquetes más radicalizados evitaron caer en la trampa kirchnerista, y optaron por extender la tregua un día más. Un De Angeli totalmente calmo y orgánico a la vera de la ruta 14, a pesar del enjambre de micrófonos, fue otro cachetazo para el Gobierno, cuya estrategia de desgaste tiene las horas contadas, porque su descapitalización política también se acelera, y todo tiene un límite, hasta para los Kirchner, cuyo mayor éxito de los últimos tiempos es haber consumado la transversalidad, pero en su contra.
(Publicado el martes 27 de mayo de 2008 en diario El Informe)
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