Antes que pecar de acuerdistas, los Kirchner se refugiaron en la lógica de la confrontación

Anoche, luego de una larga jornada de vigilia, a la espera de una señal que nunca llegó, los gremios agropecuarios decidieron volver al cese de comercialización de granos para exportación y ganado para faena, desde hoy hasta el lunes 2 inclusive, en el comienzo de un plan de acción que contempla la convocatoria a un paro general de actividades el viernes próximo, entre otras medidas. Desde la mañana se intuía que el Gobierno había resuelto no reanudar el diálogo con la dirigencia ruralista. Después de la “demostración de fuerza” chacarera del domingo en Rosario, los Kirchner interpretaron que cualquier acuerdo con el campo sería interpretado por los medios, por la oposición y por la gente, como un retroceso. Entonces, no fue casual que sus más encumbrados referentes lanzaran una escalada de rezongos, que alcanzó el clímax en el comunicado oficial del PJ, ya en horas de la noche, insistiendo con el mote de “golpistas” para los productores y, por extensión, a todos los que apoyan la protesta. Había sido una forma de cerrar el círculo, porque con esos mismos epítetos, los Kirchner trataron de combatir las primeras protestas campesinas.
Así pues, el superministro Julio De Vido, que habla poco pero dice mucho, consideró en el congreso de los trabajadores del transporte, en alusión al conflicto con el campo, que “no es hora para tibios”, completando el concepto con un lapidario mensaje a gobernadores, intendentes y jefes comunales vacilantes ante las presiones de sus pueblos: “El que no suma, resta”, espetó la mano derecha de Néstor Kirchner. “Quien quiere oír, que oiga”, cabe agregar, sin ironías.
En Venado Tuerto, referentes políticos de la influencia de Roberto Scott y José Freyre, acaban de reconocer que, a pesar de sus entrañables relaciones de amistad, vecindad y coincidencias políticas, en las próximas internas del peronismo santafesino no podrán respaldar a Ricardo Spinozzi porque el candidato de Kirchner es Agustín Rossi. “Kirchner es muy duro y no perdona”, soltó Scott, que ya se había cubierto -a pura verticalidad- del ultimátum de De Vido.
Por su parte, en el anuncio de un plan de viviendas en Avellaneda, la presidenta Cristina Fernández usó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para chicanear a los productores agropecuarios. Tal vez disgustada porque una de las míticas abuelas respaldó el acto del campo en Rosario, les tributó un elogio que contenía la premeditada crítica: “Nunca una amenaza, nunca un ejercicio de intolerancia hacia el otro, y eso que no les habían cobrado un impuesto ni pedido dinero: les habían quitado los hijos”, sentenció la mandataria, con su rictus siempre crispado, en un flaco favor a la tolerancia y la pacificación que ella le reclama a los demás.
La agresividad oficialista sobresalía aún más ante la actitud diplomática de Alfredo De Angeli, que desde el km 53 de la ruta 14, pidió disculpas a la Presidenta por sus expresiones del acto del 25, cuando le marcó la cancha advirtiendo que si el lunes 26 no se ofrecían soluciones, el campo regresaría a las acciones. De todos modos, dejando a la prensa sensacionalista sedienta de sangre, el entrerriano detalló el mismo domingo que con las “acciones” se refería, entre otras cosas, a ejercer presiones sobre gobernadores y legisladores, obviando cualquier referencia a medidas extremas, como los cortes de rutas. Sin embargo, el líder de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, no se arrepintió de haber señalado que “el gobierno de los Kirchner es un obstáculo para el crecimiento”, frase que fue recogida por el PJ para justificar la ruptura de relaciones, como aquella otra de que para el campo no había más opciones que “ganar o ganar”, que puede haber sido desafortunada, pero que de ninguna manera alcanzaba para prolongar la incertidumbre en todo el país.
Otra vez la Argentina está de paro, perdiendo mercados externos, retardando la economía, con la gente irascible en las calles, reavivando falsas antinomias, con un Gobierno que todo lo mide con la brújula de la especulación, sin la grandeza de aceptar la “corrección” de una medida que repudia la mayoría de los argentinos, incluidos muchos de sus votantes y funcionarios, ahora víctimas de las brutales amenazas de De Vido, como el intendente venadense José Freyre. Con esta politización del conflicto, los Kirchner también consiguieron que aquellos que no se habían inquietado con las retenciones móviles, se enojaran con su estilo autoritario, que hasta ahora aceptaban. No es golpismo, ni clima destituyente, como adornan los intelectuales, sino rechazo a una forma de gobernar divorciada de las tradiciones democráticas, federales y republicanas, que nadie votó en las últimas elecciones. No es una conspiración contra las pretensiones redistributivas, sino el reclamo de acabar con las políticas agropecuarias estimulantes de la concentración de la tierra que en el lustro K no variaron en nada respecto de la década menemista, salvo en los precios internacionales.

(Publicado el miércoles 28 de mayo de 2008 en diario El Informe)

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