El Tío Meier y un "apoyo" a Viano en nombre de la institucionalidad

Institucionalidad es una palabra que en la Argentina contemporánea se menciona con frecuencia, pero se practica poco y nada. Así pues, en lugar de generar comunes denominadores mediante el debate y, una vez establecidos, respetarlos a ultranza, todos por igual, se insiste en transgredir los pactos de convivencia que aún sobreviven. Este hábito atraviesa a todas las fuerzas políticas y sociales, sin distinciones, y solo un puñado de dirigentes queda a salvo de la crítica. Tanto se internaron dichas prácticas en el sentido común de los argentinos que, para muchos, ya ni siquiera son vergonzantes, transformando la picardía o la chicana, en cosas de todos los días.
En este sentido, uno de los episodios más emblemáticos se dio con la singular ley de lemas pergeñada por el entonces presidente Eduardo Duhalde, en defensa de su delfín Nestor Kirchner, y a los efectos de evitar, sea como fuere, el regreso a la Casa Rosada de Carlos Menem. Amante obstinado de las estadísticas, Duhalde sabía que el riojano, con un módico porcentaje de votos, podía erigirse en el candidato más votado, pero al mismo tiempo, intuía que la “mala imagen” lo aplastaría en un mano a mano con cualquier otro contrincante en una segunda vuelta. Cambiando caprichosamente el sistema electoral en función de los puntos debiles del rival -como harán los tenistas argentinos para incomodar a los españoles en la próxima final de la Copa Davis-, el ex gobernador bonaerense se salió con la suya. Si bien Menem ganó en la primera vuelta en 2003, ni siquiera pudo presentarse en el segundo turno. En ese momento, la mayoría de los argentinos, que repudiaba un tercer menemato, sonreía cómplicemente ante el exitoso ardid duhaldista, aun cuando ese tácito respaldo popular estaba ratificando una perversa forma de hacer política en la Argentina, sin reglas claras ni previsibles, con excesos autoritarios que, a la larga, se vuelven en perjuicio de sus mentores. Un sistema revanchista donde los verdugos de hoy serán las víctimas de mañana, más emparentado con los oscuros códigos mafiosos que con la transparencia de la democracia republicana.
Esta misma semana, en nuestra ciudad, sucedió un caso inverso, donde los principios se impusieron a las predilecciones, y por eso merece rescatarse del fárrago de noticias que se carcomen unas a otras. El concejal socialista Roberto Meier, que se desempeña como Autoridad de Aplicación del contrato de concesión de agua potable y cloacas con la Cooperativa de Obras Sanitarias, dijo a este diario que la asamblea general ordinaria de delegados del 25 de septiembre “definió que se suspendían los terminos, por lo tanto una comisión directiva no puede negar esa decisión. Incurrieron en un grave error y deben llegar a un acuerdo entre ellos para seguir adelante y no llegar a una intervención, que es lo que corresponde en la actualidad”. Más adelante, el ex pueblense recomendó al Consejo de Administración que diera “marcha atrás” con la destitución del presidente Eduardo Parodi (fue reemplazado por Fabricio Fernandez) para volver al proceso que había fijado la asamblea. Aunque suene contradictorio, en otro segmento de sus declaraciones, el Tío se lamenta en su fuero íntimo por “el peso que adquiere en la Cooperativa (de Obras Sanitarias) el Sindicato de Luz y Fuerza a traves de las peleas que se dan en lo que era Vecinos Venadenses”.
Tanto en el reclamo de que el Consejo de Administración respete el mandato de la mayoría asamblearia (convocar a una nueva reunión de delegados), como en el pedido de que se rectifique cuanto antes la remoción de Parodi -dirigente del sector de Vecinos Venadense aliado con los eléctricos-, el concejal Meier favorece los intereses de Jorge Viano, su mayor enemigo en la vida política, a partir de las cruentas batallas de años atrás en las elecciones de la Cooperativa Eléctrica, cuando Meier era uno de los líderes del grupo Unirce. Tanta es la enemistad entre ambos referentes que, en cierto momento, con la misma honestidad brutal que ahora, el Tío confesó que prefería a Roberto Scott como intendente, antes que a Viano, revelación que desencadenó uno de los primeros grandes sacudones en el seno de la hoy extinguida agrupación Pueblo, no solo porque ya emergía un ala antiscottista -hoy encarnada en un sub-bloque socialista por Oscar Pieroni y Fabián Vernetti-, sino tambien porque, con esa opción, Meier quedó pegado al oficialismo, precisamente cuando más distancia debía tomar para enfrentarlo en la elección por la Intendencia. Como si se tratara de una maldición, hoy el terceto binnerista -sobre todo Pieroni y Vernetti- tampoco puede operar con un fuerte perfil opositor sobre el gobierno local, porque la Casa Gris mantiene relaciones poco menos que carnales con el intendente Jose Freyre.
Nada sería más incómodo para Meier que un desembarco vianista en Obras Sanitarias, ya no solo en el cuerpo de delegados, sino tambien en el Consejo de Administración, pero, de todos modos, el edil resolvió el intríngulis político desde la institucionalidad, sin especular con los pro y los contra. “Es cierto que ahora asumió (con Fabricio Fernandez) el sector enfrentado con el lucifuercismo, pero a traves de algo ilegal”, reforzó, alertando que con estos procedimientos se estaría justificando la intervención de la entidad por parte del Instituto Nacional de Asociativismo y Economías Sociales (Inaes), cuya decisión podría conocerse en los próximos días.
Roberto Meier, aunque hubiera tenido margen suficiente para aliarse con el oficialismo de los Vecinos Venadenses, más aun desde su condición de Autoridad de Aplicación en representación del Concejo, y así operar como contención para evitar el progreso de un sector antagónico en el Consejo de Administración de la COS, prefirió sujetarse a la institucionalidad, y plantó un ejemplo digno de imitar en una función pública donde, cuanto menos, no prolifera la grandeza.

(Publicado el 10 de octubre de 2008 en diario El Informe)