Días atrás, la Legislatura de la provincia de Buenos Aires sancionó -por unanimidad- una ley que prohíbe el uso de bolsas de polietileno en supermercados, autoservicios, almacenes y comercios en general, otorgando un plazo de dos años para que los negocios sustituyan los actuales envoltorios. Una vez transcurrido ese lapso, se anuncian multas para los infractores e, incluso, clausura para los reincidentes. No obstante, los fabricantes de bolsas de polietileno ya están haciendo cuentas para reconvertir sus procesos con la incorporación de nuevas tecnologías a los efectos de producir bolsas biodegradables a partir de 2010.
El objetivo de los promotores de la medida es preservar el medio ambiente, pues las bolsas de nailon pueden tardar hasta 100 años, o incluso más, en degradarse, en tanto que las de papel o cartón, lo hacen en unos pocos meses, aunque los costos de producción son mayores.
En tanto, el Congreso de la Nación evalúa un proyecto similar, que se instrumentaría recién en 2013, y en nuestra provincia, la diputada justicialista Victoria Ramírez acaba de presentar un proyecto con el objetivo de “promover el reemplazo de las bolsas plásticas no biodegradables por bolsas biodegradables u oxibiodegradables, en lo referido a las bolsas empleadas para transporte de mercadería en los locales denominados minimercados, supermercados, hipermercados, shoppings y comercios en general”.
Según la legisladora santafesina, que se diferencia en este sentido de sus pares bonaerenses, la alternativa de las bolsas de papel es engañosa, porque “supone un importante gasto energético para su producción, además de la tala de una inmensa cantidad de árboles con la consecuente destrucción de hábitat naturales”, destaca en los fundamentos de la propuesta. En cambio, Ramírez se inclina por las bolsas oxibiodegradables -algunas cadenas de supermercados ya las están usando-, las cuales son sensibles a la luz solar, humedad, temperatura y otros factores ambientales que inician un proceso de degradación natural, al mismo tiempo que mantienen sus propiedades de resistencia y seguridad en el contacto con los alimentos. Asimismo, detalla que el costo de las oxibiodegradables sólo se incrementa entre un 18 y un 25 por ciento, porque se realizan con la misma tecnología, con el agregado de un aditivo que modifica la estructura química durante la fabricación. “Una bolsa oxibiodegradable tarda 120 días en desintegrarse”, detalla, agregando que “las disposiciones serán de aplicación para todos los comercios de la provincia que entreguen bolsas a sus clientes; los fabricantes; distribuidores e importadores de bolsas plásticas y de bolsas de residuos. Los comercios deberán entregar bolsas de material degradable u oxibiodegradable avaladas por las normas internacionales”, sentenció la autora del proyecto que estudian las comisiones de la Cámara de Diputados.
En principio, la iniciativa resulta más razonable que la aprobada en Buenos Aires, donde se elimina un problema, pero se podría generar otro, con la eventual multiplicación de la demanda de papel y cartón. Así pues, si la fabricación de bolsas de material degradable o oxibiodegradable fuera demasiado onerosa, habría que pensar en el regreso de las tradicionales bolsas de los mandados que pululaban en los ‘70. Así lo están promoviendo algunos supermercados, que ya no entregan más bolsas, ni siquiera de papel, y el cliente debe retirar los productos con las suyas, o en la mano. Más allá de las nuevas normas y las conductas empresariales, también estará en juego la conciencia ambiental de la ciudadanía, pues de poco servirán estos progresos legislativos si la mayoría de los consumidores opta por adquirir bolsas de nailon para hacer sus compras en el supermercado. En este sentido, el legislador deberá cuidar que estas resoluciones no desemboquen en encarecimientos que afecten el bolsillo de los consumidores, sobre todo entre aquellos que en sus compras alimentarias dejan la mayor parte de sus ingresos mensuales.
(Publicado el martes 16 de septiembre de 2008 en diario El Informe)
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