Mucho se observó, desde el periodismo, sobre la conferencia de prensa que la presidenta Cristina Kirchner brindó el sábado último, en Olivos. Más allá de la novedad que significó la inauguración de este estilo de contacto directo con la prensa nacional y extranjera después de cinco años de gobierno del matrimonio presidencial, también se habló mucho de la falta de autocrítica de la primera mandataria y hasta del empecinamiento en insistir, si fuera necesario, en estrategias que recibieron el mayoritario repudio popular. Las conferencias de prensa no son cómodas para los funcionarios, que por lo general acuden a ellas con frecuencia en su época de candidatos, pero las resisten cuando llegan al poder. De todos modos, es elogiable que la Presidenta se desprendiera de la corte de aplaudidores oficiales del Salón Blanco y, enfrentara, solita mi alma, cada una de las preguntas, sin escudarse en los cómodos monólogos que suele pronunciar.
Sin embargo, aunque el protagonista indiscutible de una conferencia de prensa, o de cualquier entrevista política, siempre es el funcionario, también el periodismo carga, como mediador, con sus responsabilidades. En este caso, se había advertido que un mismo periodista no podría repreguntar, es decir que no se permitiría solicitar aclaraciones adicionales sobre la respuesta de la Presidenta. La limitación tiene sus fundamentos en una conferencia con más de 200 cronistas acreditados y un plazo de 90 minutos de duración, ya que el derecho a la repregunta habría reducido aún más el número de interrogantes planteados. Sin embargo, nada impedía que un periodista repreguntara en función de las contestaciones ambiguas que la Presidenta ya había entregado a otro colega. Pero ese fenómeno de precisión e inventiva sobre la marcha jamás sucedió. Daba la impresión de que cada cronista pretendía hacer la pregunta que generara un título sobresaliente en los influyentes diarios de los domingos, olvidando que el público que seguía con atención las incidencias del acontecimiento, aguardaba impaciente quién sería el periodista que retomara la pregunta que había quedado sin respuesta por la habilidad de la oradora para esquivar las cuestiones más comprometidas. Por estas razones, las conferencias de prensa, cuando se transforman en multitudinarias y de agenda abierta, suelen ser poco propicias para indagar sobre un tema específico, precisamente por la diversidad de intereses periodísticos, que termina quitándole intensidad y profundidad al cuestionario. Tal vez las próximas convocatorias presidenciales a conferencia de prensa deberían segmentarse, en principio, entre cronistas nacionales y extranjeros, cuyos intereses son bien distintos. Asimismo, convendría acotar las temáticas a tratar, como el conflicto del campo, o la inflación, por ejemplo, dando lugar a los medios a enviar especialistas en esas materias.
(Publicado el miércoles 6 de agosto de 2008 en diario El Informe)
1 comentario:
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