Hay que remontarse, tal vez, al último Mundial ganado por nuestra Selección nacional -la del gol de Diego a los ingleses-, hace más de 20 años, para encontrar el último episodio de espontánea y masiva congregación popular, comparable al que se dio ayer en Venado, y en otras tantas localidades de la región y el país, sorprendidas por una nevada tan intensa como inusual para la pampa húmeda que se caracteriza por otras bellezas naturales. Es que si bien son centenares los venadenses que visitan la nieve con frecuencia, en las serranías cordobesas o en los magníficos parajes patagónicos, el fenómeno climático de la víspera horizontalizó las emociones. Esta vez la nieve había venido a visitarnos a nosotros, después de 34 años, aunque en aquella oportunidad había sido más efímera, casi una visita de médico, según cuentan los mayores. Si hasta los que acostumbran a disfrutar de las vacaciones de invierno en el sur, y esta vez se quedaron en la ciudad, gozaron más aún de la nieve, sin esquíes ni pendientes, pero en compañía de vecinos, parientes y amigos, en las mismas plazas y paseos de toda la vida, deleitándose también con el insospechado entorno de sus propios hogares y arboledas, otrora verdes o amarillentas, según la época, pero jamás blanquecinas, como en el amanecer de este histórico 9 de julio.
Los más emocionados por el aluvión de copos de nieve eran los más chiquitos y los ancianos, algunos de ellos con los ojos humedecidos por el llanto. “En julio del ’73 había ido a visitar a una hermana en Buenos Aires, y me perdí la nevada. Pensé que jamás vería la nieve. No puedo parar de llorar…”, confesaba una señora, en el centro de la plaza San Martín, entre lágrimas y estornudos. Mientras tanto, no faltaron los que se presumen de ingeniosos, atosigando a conocidos mediante cadenas de mails y mensajes de texto, con el reconocimiento de que un candidato local había cumplido, sin mayores demoras, con la promesa de hacer nevar en Venado… para felicidad de todos los niños.
La red de informaciones había empezado temprano, siendo los pioneros aquellos que, aprovechando el feriado del Día de la Independencia, transitaban la ciudad de madrugada. Cerca de las dos de la mañana, ya no había lugar para confusiones… ni agua nieve, ni nevisca ni garrotillo, ni nada de eso que se le parece, pero no es… ¡era nieve, nomás! Más cerca del mediodía, los servicios telefónicos, sobre todo los de mensajes de texto, estaban al borde del colapso. Muchos creyeron que se trataba de una broma de mal gusto, como un periodista que recibió el mensaje en su celular, y respondió, malhumorado, sin levantarse de la cama: “Sí, y mañana llueve café”.
Afuera, cámaras fotográficas digitales -dicen que en los supermercados ayer se agotó el stock- y filmadoras inmortalizaban la nevada y los clásicos muñecos. Uno de los fotógrafos de ocasión, que había llegado al centro en una cuatro por cuatro desde una quinta de la ruta 8, aguó la fiesta de los que escucharon su amarga descripción de algunas casillitas de chapa de las afueras, cubiertas de nieve, más heladas que de costumbre, con cabecitas pequeñitas asomando, entre asombradas y sufrientes.
Esta vez nos visitó la nieve, y nos sacó a todos a la calle, al mismo tiempo. Un verdadero fenómeno, digno de imitación.
(Publicado el martes 10 de julio en diario El Informe de Venado Tuerto)
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