Víctor Seret, con el sosiego de la veteranía, tan lejos del apogeo como del ostracismo

Quien fuera uno de los más exitosos empresarios venadenses ahora reside en Bélgica. El gobierno anfitrión le concedió una pensión que le permite una vida digna. Seret rememora las causas de la quiebra. La relación con su cuñado Roberto Scott. El paso por la Intendencia y el “agujero negro” del Centro Cultural. La frustración del proyecto político de Acción Vecinal.

Entre finales de abril y principio de mayo, Víctor Alfredo Seret regresó a Venado Tuerto para disfrutar de unas breves vacaciones junto a familiares y amigos. Quien fuera uno de los empresarios más exitosos de la historia de la ciudad, reside desde el 29 de mayo de 2004 en Amberes, Bélgica, junto con su señora Marta Isabel. Su última experiencia laboral en Venado había sido como funcionario en la Municipalidad, donde recaló por su vínculo familiar con el intendente Roberto Scott (las esposas de ambos son hermanas), pero sufrió una desilusión con el cajoneo de una de sus inspecciones sobre la administración del cine del Centro Cultural.
Liliana, Analía y Karen, sus tres hijas, viven en Bélgica desde hace varios años, y fueron ellas las que decidieron a Víctor Seret, de 71 años, a rearmar la familia lejos de la Argentina. De vacaciones en Venado, concedió una entrevista exclusiva a El Informe. “Ya contaba con la ciudadanía, porque mis abuelos paternos y maternos eran belgas”, señala, dispuesto a relatar detalles de sus días en el Viejo Continente. “En la zona de Amberes se habla, más que nada, flamenco, que es similar al alemán del pueblo bajo, una mezcla de alemán e inglés, muy complicado. Es una lengua que se utiliza únicamente en el norte de Bélgica y en Holanda. Así que el idioma no es precisamente una comodidad para mí”, bromea Víctor, durante la entrevista pactada para el día del aniversario de Venado. “Para colmo, como el país es tan pequeño, los belgas están obligados a ser políglotas. Cuando salen a caminar, si se descuidan, cruzan a un país limítrofe. Por eso es que dominan el francés, el flamenco, el alemán y algo de otros idiomas”, describe.
Sin embargo, la mayor sorpresa para él fue la advertencia sobre la estricta prohibición de trabajar después de los 65 años. “Como ya tenía 68 años, pero no había hecho ningún aporte, me concedieron una pensión por mi carácter de ciudadano belga. Desde entonces me pagan unos 900 euros mensuales. Los primeros meses vivimos en casa de nuestra hija Karen, y cuando nos mudamos, el Gobierno nos subsidió los gastos de traslado y enseguida nos añadió un monto mensual para abonar el alquiler. Poco después -agrega-, en respuesta a una inflación del 2,5 por ciento, nos otorgaron a todos un ajuste del 16 por ciento, con lo cual ahora tenemos un ingreso de 1.150 euros. La pasamos bien, sin sobresaltos ni ostentaciones”, comenta Seret, sobre su relajada estancia en Bélgica.
Sereno, sin apuros, Víctor recuerda que hace exactamente medio siglo debió hacerse cargo de una de las estaciones de servicio de la familia -la de Belgrano y 25 de Mayo- ante las dificultades cardíacas de su padre, Víctor Augusto Seret. Allí mismo había empezado a trabajar en 1950, con apenas 14 años. “Mis inicios como empresario se basaron en la estación de servicios y los camiones de transporte. También administraba los alquileres de algunos inmuebles céntricos y las 160 hectáreas en La Cheltonia, que en esa época sólo alcanzaban para vivir”, subraya.

Recuerdos del apogeo
Los venadenses conocemos poderosos emporios nativos, como Essen Aluminio, la floreciente empresa de la familia Yasci, o el malogrado Banco Integrado Departamental, con casa central frente a la plaza mayor en los ‘90, pero en los años ’70, la ciudad había sido cuna de otro pool de enormes dimensiones, con cerca de un millar de empleados en total, con Víctor Seret como referente. “Tenía tres concesionarias Chrysler, en Venado, Rosario y Salto; en Rosario, la concesionaria de camiones Scania; y en Venado, la concesión de Fate. También contaba con una flota de 20 camiones de transporte y dos estaciones de servicio, conocidas como el ACA y el Parador”, enumera Seret, que se esfuerza en recordar todos aquellos emprendimientos. Y enseguida agrega la propiedad de una fábrica de silos y secadoras en Gral. Pico (La Pampa) y sendas concesionarias de Masey Fergusson, una en Venado y otra en Rafaela, además de participar como socio en la firma Cibelli Viviendas (construyeron centenares de casas).
“En esos tiempos el crecimiento económico del grupo de empresas era notable, y sin recurrir a ningún financiamiento bancario. Hasta que la expansión de los negocios me obligaron a recurrir al crédito, para no estar tan limitado. Recuerdo que en el gobierno peronista las tasas de interés eran bajísimas, pero con la dictadura las tasas se dispararon al 17 por ciento mensual… una locura… en un trimestre me sacaron un millón de pesos. Esa fue una de las principales razones de la quiebra, que se precipita entre el ’77 y el ’78”, rememora. Sin embargo, no le echa todas las culpas a los factores externos, y también asume responsabilidades propias. “La gran expansión de las empresas no estaba sostenida en una capacidad de gestión adecuada. En calle San Martín, casi Alvear, tenía las oficinas, pero aún no había consolidado la administración central. Como todavía no estaba desarrollada la computación en el país, cerrar un balance demandaba dos o tres meses. No era nada fácil recopilar la información de tantas empresas y actividades diferentes. No manejaba los datos con la precisión y la rapidez necesaria, y eso también ayudó a que las cosas se me fueran de las manos”, acepta. “Tal vez, hoy, nada de eso hubiera ocurrido”, presume, y en esa misma línea de suposiciones inscribe las ofertas recibidas para abrir una concesionaria Chrysler en Curitiba (Brasil). Aunque se tienta con dar un salto allende las fronteras, en ese entonces el ministro de Economía, José Ber Gelbard, lanza los planes de promoción industrial y Seret prefiere continuar con el ciento por ciento de sus empresas en la Argentina. “A veces pienso que de haber tenido algo fuera el país, no habría sufrido una quiebra tan devastadora, pero hoy ya todo eso es historia”, reflexiona con la resignación que sólo pueden proporcionan los años.
“La quiebra no me afectó en lo anímico, sobre todo porque se pagaron todas las deudas y no sufrí ninguna causa judicial en mi contra”, se enorgullece Seret. “No hubo ni ocultamiento, ni vaciamiento, ni nada raro, sólo que me resultó imposible afrontar los compromisos contraídos”, define con sencillez.
Había que volver a empezar, y el punto de partida era la concesión de las cubiertas Fate -no cayó en la quiebra-, en un local de calle Iturraspe, entre Castelli y Saavedra. Más adelante integra Neu Gom, que duró hasta la temprana ruptura con su socio, y luego sigue los proyectos de su mujer, dedicada a un emprendimiento de plantas artificiales. “Había puesto un pequeño negocio en calle Belgrano, que andaba muy bien, sobre todo cuando descubrimos que era más rentable proveerse en Miami que en Buenos Aires. Hasta que se cortó la financiación que me facilitaba mi yerno y a otra cosa. Ahí me fui a trabajar a Tenerife, España, y luego de un tiempo decidimos la vuelta al país”, reseña Víctor.

La etapa política
Seret se incorpora a la Municipalidad en abril de 1996, apenas cuatro meses después de la llegada al gobierno de Roberto Scott, su cuñado, y a quién él había conchabado como asesor legal de sus empresas en los dorados años ’70. Una de las primeras decisiones del scottismo fue inspeccionar de punta a punta la obra de la red de agua potable tendida durante la administración De Mattía. Para esa tarea se contrató al técnico Atilio Perín, quien solicitó colaboración para investigar los números de la millonaria obra pública. Así fue como Scott convoca a Seret. Concluida esa misión, el intendente lo traslada, para cubrir una vacante, a la Dirección de Industria y Comercio. “En ese interín descubro que en el Centro Cultural (él mismo lo había donado a la ciudad durante la gestión de Fernando López Sauqué) no se rendía la recaudación porque todos los ingresos se destinaban, supuestamente, a saldar dos créditos que habían sido tomados por funcionarios para financiar las restauraciones de las salas. Claro que después de salir de la Municipalidad me enteré de que no habían pagado nada”, relata indignado Seret, quien también se desempeñó como coordinador del área de Ingresos de la Secretaría de Hacienda. “No es racional el fuerte aumento de la planta de personal en la Municipalidad. Esas son actitudes demagógicas que perjudican a toda la ciudadanía”, aseveró, en una de las críticas lanzadas sobre la gestión de su cuñado.
Después de esa frustrante experiencia en la función pública, no es casual que Víctor, a partir de 2002, intentara construir una nueva expresión política, denominada Acción Vecinal, “un partido político de los venadenses, por los venadenses y para los venadenses”, según la definición acuñada por la Comisión Promotora. Entre otros, participaban del incipiente proyecto varios destacados vecinos, como Federico Gallo, Rodolfo Bongiorno, Luis Neri, Luis Pieraccini, Raúl Corna y Rafael Oliver. “Con un criterio sumamente horizontalista estamos trabajando en comisiones técnicas para la elaboración de una propuesta de gobierno que se basa en la valiosa cartera de proyectos del Plan General”, declaraba el apoderado de Acción Vecinal, Víctor Seret, a El Informe, a fines de octubre de 2002, en un discurso de sugestiva semejanza con el que hoy enarbola el precandidato oficialista José Freyre. Sin embargo, Acción Vecinal no habría de superar la categoría de las buenas intenciones, ya que por un malentendido no llegaron a tiempo para inscribirse como partido ante el Tribunal Electoral santafesino y, en consecuencia, la agrupación no fue habilitada para participar de los comicios por la Intendencia en 2003.
“Esta última experiencia terminó de frustrarme. No quedó nada de todo aquello. Siento que cada uno está muy recluido en lo suyo. Es cierto que hay graves falencias en los dirigentes que hoy están en la función pública, pero qué hay del resto de la gente, ¿por qué no dedican un poco de tiempo a los asuntos públicos?”, reprochó Seret, angustiado por la eterna adolescencia de su amada Argentina, aun residiendo a varios miles de kilómetros de distancia.

(Publicado el viernes 18 de mayo de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo muy lindo..pero cuando el visito Argentina, ni se preocupo por visitar a todas sus hermanas Seret que estan viviendo en Las Sierras de Cordoba, a Alicia Seret, sobre todo, le dolio mucho su actitud, y al tiempo fallecio, cuando el ya habia regrasado a Belgica...
Dejo mucho que desear