En las entrañas del scottismo acaba de desatarse, ahora sin disimulos, una suerte de interna familiar por la sucesión en el Sillón de Aufranc. Si bien es frecuente el lanzamiento de postulantes alternativos desde San Martín y Marconi, la maniobra sería meramente distractiva. Así lo establecen, al menos, los operadores más cercanos al riñón scottista. Según ellos, los precandidatos a intendente por el oficialismo son dos y nada más que dos: el actual intendente Roberto Scott y su yerno, el supersecretario José Freyre.
Lo cierto es que, a estas alturas, Scott es una víctima de sus propias palabras. Sobre el posible candidato del sector, el intendente insistió hace un par de días en que “puede ser cualquiera que las encuestas le den bien”. Ese mismo discurso había enarbolado antes de los comicios de 2003, cuando no tenía competidores internos a la vista. Pero hoy el escenario cambió, y mucho. Los sondeos de intención de voto ya evidencian que Freyre mide casi tan bien como su propio suegro. En otras palabras, el supersecretario puede ganar o perder las próximas elecciones de intendente, como podría ganarlas o perderlas Scott. No sólo eso. Pese al perfil bajo que cultiva, Freyre supo desarrollar una estructura política propia en la interna del scottismo, donde conviven desde conocidos empresarios y dirigentes intermedios hasta encumbrados miembros del gobierno municipal y referentes barriales. Asimismo, ya hizo públicas sus ambiciones de poder en la ciudad, y hasta utiliza los micros radiales de la Intendencia con la misma soltura que su suegro. Otro dato insoslayable es que Freyre jamás abandonó la jefatura política de la Dirección de Acción Social que le otorgó Scott después del debut en la estructura del Plan General. “Al principio creí que era una carga familiar que me había endosado el intendente, pero después empecé a descubrir que el pibe tenía futuro”, sentencia el ex secretario de Obras Públicas, Carlos Dimmer, evocando los comienzos de Poroto en la función pública una década atrás. De Acción Social, Freyre saltó a fines de 2003 a liderar la lista de candidatos a concejal del oficialismo, pero renunció a la banca seis meses después, convocado para desempeñarse en la vacante Jefatura de Gabinete. Ni en su breve paso por el Concejo ni hoy como supersecretario, Freyre se alejó de Acción Social, aun cuando el cargo está formalmente en manos de Norma Orlanda. En este sentido, la permanencia de Freyre en la estratégica repartición municipal fue sintetizada en rueda de amigos por un profesional que fichó en el porotismo: “José es un muy buen candidato para el centro y en los barrios con más necesidades es poco menos que venerado”. Sin embargo, esta fortaleza de Freyre suele depararle algunos disgustos cuando el habitual clientelismo se desmadra, como sucedió en las recientes elecciones vecinales. En ellas, aunque el secretario de Gobierno Juan Vidal, además de crear su brigada paralela de servicios públicos, incursionó apadrinando candidatos propios en ciertos barrios, el jugador más decidido fue el citado Freyre, que más de una vez admitió entre sus íntimos el “grave error” scottista de haber subestimado al lucifuercismo en las vecinales.
En esta descripción de los acontecimientos, no cuaja el nuevo discurso del intendente: “Si las encuestas me dan para asegurar el triunfo, el candidato seré yo”. Ahora, con un oficialismo en condiciones -según las encuestas- de pelear mano a mano con la coalición opositora para retener el gobierno, Scott está en problemas. Es que ya no se acuerda cómo es eso de vivir sin poder político, sin privilegios, sin aduladores. Y, para colmo, el posible sucesor no es un extraño al que podría sacar de carrera de un plumazo, sino que es su propio yerno, con el que comparte el sabroso asado de los domingos y los tintos que él mismo combina con veleidades de enólogo.
Después de la renuncia de 2004, Freyre ya no podría intentar un regreso al Concejo, ni tampoco mantenerse aferrado por mucho tiempo más a los pantalones de Scott. Hay una embrionaria estructura política -sin espacio en una eventual reelección del Mago- que reclama la candidatura a intendente del actual supersecretario. De otro modo, cansada de esperar, la militancia más principista del porotismo podría emigrar en busca de otros horizontes, mientras que los oportunistas de siempre saldrán disparados a guarecerse bajo el ala de Scott.
Diciembre sería el mes de las definiciones, aunque si las cosas se complican habría que esperar hasta los primeros meses del año próximo para saber qué precandidato impulsará el scottismo para competir en las primarias del justicialismo.
Si Scott no tiene la grandeza de retirarse a tiempo, podría precipitar una fractura irremediable en la interna de su agrupación. Hasta sus colaboradores más obsecuentes dudan del éxito de un cuarto mandato consecutivo, “menos si el próximo gobernador es Binner”, suele alertar uno de sus apóstoles. “Acordate que amenazó con echarlo a patadas de Venado”, añade, memorioso.
Con su suegro y descubridor de un lado, y su propia formación política demandante del otro, José Freyre conserva un trabajoso equilibrio dentro del scottismo. Aunque ni siquiera llegó a los 40 años, es irrefutable que la política no siempre concede una segunda oportunidad. Freyre está ante la primera de su vida; pero Scott, atrapado por las seductoras telarañas del poder, podría complicar sus aspiraciones.
(Publicado el viernes 3 de noviembre de 2006 en diario El Informe de Venado Tuerto)
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