Presidencia del Concejo, la última batalla política del año


El viernes 9 de diciembre sería la fecha de asunción de los cinco nuevos concejales venadenses, aunque en rigor los debutantes serán dos -el pueblense Oscar Pieroni y la eléctrica Patricia Romero-, pues el scottista Miguel Pedrola, el radical Delfor Hernández y el pueblense Roberto Meier fueron reelectos tras cuatro años de labor parlamentaria. No obstante, la atracción de esta convocatoria no reside en la cantidad de estrenos, sino en la renovación anual de la presidencia del Concejo Municipal, en la cual deberán decidir los nueve ediles, en este caso, los cinco que asumen -o reasumen-, junto a los cuatro que continúan en funciones por dos años más.
Durante los últimos tiempos, aun cuando la oposición contaba con mayoría simple de miembros (cinco sobre nueve), el scottismo logró conservar la estratégica presidencia con la colaboración de un aliado impensable: Roberto Meier. Apenas arribado al cuerpo, en diciembre de 2001, y con la experiencia reciente de belicosas presidencias radicales, el Tío consideró que para atemperar las luchas encarnizadas entre Departamento Ejecutivo y Concejo -los dos organismos políticos que componen la Municipalidad-, era indispensable cederle la conducción al oficialismo. Según la optimista interpretación de Meier, con uno de sus hombres en la presidencia, el intendente Scott tendría que respetar las facultades controladoras del Concejo y establecer una suerte de pacto de gobernabilidad con la oposición. Jamás ocurrió así. Scott se cansó de humillar a todos los concejales, incluido el propio Pedrola, al que luego debió recurrir ante la ausencia de candidatos para liderar la lista, y ahora respaldaría para otra gestión como presidente. Tan sistemático y premeditado es el ataque del intendente al Concejo que al secretario coordinador José Luis Freyre -eterno candidato a la sucesión-, para protegerlo de sus propios desplantes, lo obligó a renunciar apenas seis meses después de asumir como legislador. Más aún, si Scott no dejó de pagarles los sueldos -cree que hacerlo o dejar de hacerlo es una atribución suya- es porque, al fin y al cabo, el Concejo nunca le incomodó demasiado. En este sentido, con cuatro scottistas en el recinto, la oposición ni siquiera podía reunir los seis votos necesarios para rechazarle los vetos a las ordenanzas.
Cuatro años más tarde, Meier debería haber aprendido la lección: aunque le cedan generosamente la presidencia del Concejo, Scott jamás irá contra su naturaleza. El no es un político de consensos, sino de confrontación. Y los concejales, que por lo general se debilitan entre ellos con disputas menores, son una presa tentadora para un intendente que apuesta a dividir para reinar.
Además, en este inminente diciembre, ni siquiera son cinco los ediles opositores que podrían acordar una presidencia no scottista, sino media docena, porque Romero votaría por cualquiera antes que por un soldado oficialista.
¿Una fórmula sencilla? Que pueblenses y radicales se repartan la presidencia, unos en 2006 y otros en 2007. Cierra en la teoría, pero no tanto en la práctica. Aunque en Pueblo comprendieran que no deben seguir siendo funcionales a Scott, podría resultarles complicado pactar con la UCR. Así pues, antes aun de 2006, las dos fuerzas más importantes de la coalición progresista de 2007, Pueblo y la UCR, estarán ante el primer examen público conjunto: ¿depondrán -por razones estratégicas- sus conocidas diferencias, o volverán a cederle al scottismo el estratégico control del Concejo?
Scott ya demostró que no está dispuesto a gobernar junto al Concejo, y muchos menos lo haría en los próximos dos años, con dos tercios del cuerpo en contra y, lo que es peor, con dos candidatos a intendente opositores buscando destacarse desde sus bancas.
En estas condiciones, la UCR y Pueblo tendrían que establecer el primer gran acuerdo político, pero no sólo para imponer el presidente, sino también para conciliar una drástica reorientación de la metodología de trabajo legislativo. Mientras el scottismo intentará retener el cargo en manos de Pedrola para continuar con un Concejo de perfil bajo, la oposición debería ambicionarla para promover una fuerte vinculación con la ciudadanía de sus ordenanzas y resoluciones. Si no se deciden a demandar al intendente por el incumplimiento de los deberes de funcionario público, los ediles opositores tendrán que asumir el protagonismo necesario -presidencia incluida- para dar la lucha política sin más complacencias con el oficialismo.

(Publicado el miércoles 11 de octubre de 2006 en diario El Informe de Venado Tuerto)

No hay comentarios.: