Aunque los diarios de hoy incluyen la última dosis de propaganda política, con una seguidilla de debates y mensajes finales, los precandidatos a intendente de Venado completaron anoche una civilizada campaña electoral, con mucho de propuestas, bastante de críticas y casi nada de agresiones. Claro que durante la glacial madrugada prosiguieron las actividades al aire libre, consumiendo los últimos rollos de afiches, y librando la “batalla final” para adueñarse de las estratégicas carteleras de plaza San Martín. Es improbable que la permanencia de los sonrientes postulantes en las horas previas a los comicios vaya a torcer la voluntad de algún votante, pero en el folclore de la política, la ocupación de espacios geográficamente atractivos en el fin de semana de las decisiones se transformó en una suerte de demostración de fuerza del ’83 a la fecha.
Entre los datos de los cierres de campaña, sobresale la ola triunfalista reinante en el entorno del precandidato oficialista José Freyre, que trae a la memoria aquella promesa del intendente Roberto Scott, en la cual creyeron apenas unos pocos. “Solamente daría un paso al costado si aparece otro de los nuestros con posibilidades de ganar”, había dicho el primer mandatario municipal. Envalentonados por las profecías del Mago y algunas encuestas alentadoras, los scottistas descuentan un triunfo abrumador en la interna del Frente para la Victoria ante el estoico Oscar Barotto, y auguran, al mismo tiempo, una ventaja decisiva sobre el opositor Frente Progresista, representado por el pueblense Roberto Meier y el radical Lisandro Enrico. Es un secreto a voces que en San Martín y Marconi se impusieron el objetivo de sobrepasar la suma de votos de los ediles binneristas. La orden de la cúpula scottista fue terminante: “¡Que nadie se meta en internas ajenas!”, en busca de evitar que el previsible triunfo de Freyre en la interna peronista tiente a una que otra infiltración en la primaria del Frente Progresista, la única de final abierto. “Hay que jugar a fondo en las primarias… es falso que estas internas sirvan nada más que para definir el candidato a intendente y escalonar la lista de concejales”, sostuvo un abogado porotista aficionado a las encuestas. Bajo ese concepto, de que en las primarias empieza a definirse la general, se sustentó la puntillosa campaña del oficialismo, personalizada en la figura de José Freyre, que con paciencia de orfebre y discursos a medida se dedicó a recomponer lazos con las entidades intermedias y el electorado independiente -sobre todo el del centro de la ciudad-, a la vez que conservaba sin fisuras el control hegemónico de la asistencia social en los barrios.
El repaso de la extensa gestión scottista no muestra grandes realizaciones, ni tampoco una administración prolija y transparente, pero también es cierto que aquellos episodios que podrían haber pasado a mayores (tercerización de Hacienda; honorarios de Albarracín; subasta de terrenos fiscales; exilio de Víctor Seret; amenazas de copamiento a cooperativas; contrato de radares; deuda millonaria con el Fondo de Asistencia Educativa, etc.) no escandalizaron a casi nadie. A veces el carisma de Scott; otra veces la piedad opositora, o su falta de reflejos; también el desinterés de la ciudadanía por los asuntos públicos, y en los últimos tiempos el viento de cola de la economía nacional y provincial, ayudaron al oficialismo a disimular sus flaquezas, le insuflaron oxígeno para reciclarse a través de Freyre, y hasta le permitieron darse el lujo de transitar la campaña sin hacer ninguna autocrítica y de convocar al electorado a plebiscitar la gestión, aun cuando desplieguen más promesas que hechos, luego de 12 años en el poder.
No se dio la espontaneidad de otros tiempos, esa de la que tanto se ufanaba el propio Scott, sino que se motorizó una formidable maquinaria electoral, dispuesta a no dejar ningún detalle librado al azar, hasta el punto de reforzar la custodia del Basural, como si fuera una cárcel de máxima seguridad, para evitar quemas inoportunas, y humaredas que podrían malhumorar a los votantes.
Más que una interna
Con la misma disposición que el oficialismo a saltear la interna, actuaron en toda la campaña los concejales Meier y Enrico, que con distintos estilos, coincidieron en descargar críticas sobre las humanidades del intendente Scott y el supersecretario José Freyre, cuidándose de caer en cruces verbales entre ellos (así como Rossi y Bielsa en la provincia), aun cuando existieron roces que prefirieron barrer debajo de la alfombra por mutua conveniencia. Enterados de las encuestas que divulgaron cierta paridad, el pueblense y el radical redoblaron esfuerzos en la recta final para asegurarse el triunfo en la interna, pero sin perder de vista que, entre ambos, este domingo no pueden menos que empardar al postulante oficialista, si es que pretenden conservar las ilusiones intactas hasta el definitorio 2 de septiembre de los comicios generales. También resultan atractivos los eventuales efectos políticos de la primaria del Frente Progresista, ya que un triunfo de Meier podría dejar al enriquismo sin concejalía a partir de 2008, y con el agravante para el Pibe de padecer la presencia de Delfor en las generales; en cambio, una derrota del Tío significaría el principio del fin de su periplo en la función pública. Todas Las especulaciones se agigantan ante las diferentes percepciones de los candidatos, pero ninguno las exterioriza con tanta efusividad como los porotistas, que se atreven a pronosticar que la elección general podría quedar resuelta en la mismísima interna, dando a entender que Freyre obtendría una considerable luz de ventaja ante la suma de los binneristas venadenses. En esa misma línea, intuyen: “Ni (Jorge) Viano ni, mucho menos, Delfor (Hernández) entregarían sus votos en septiembre a Meier o Enrico”. No les falta razón en la construcción de la interesada hipótesis. Si Freyre, sin recurrir a la cosecha de Barotto, supera con cierta holgura a los binneristas, es improbable que estos puedan asociarse con algún otro sector para revertir la tendencia. ¿Por qué? En principio, la UCR liderada por Hernández estaría más a gusto con el continuismo scottista que con el desembarco en el gobierno municipal de cualesquiera de los postulantes del Frente Progresista (algunos dicen que de ninguna manera negociaría con Enrico si fuera el ganador, pero habría conversaciones con Meier); en tanto, Jorge Viano, a pesar de su conocida disputa con el oficialismo, debe contener (con la dificultad, igual que Delfor, de participar en una interna con lista única) una apreciable cantidad de votos para consolidarse como líder del peronismo no scottista en su primera incursión personal en la política partidaria, aunque Oscar Barotto, incorporado en la boleta de Agustín Rossi, persigue el mismo objetivo, con el respaldo del combativo precandidato a senador provincial Julio Eggimann. Aunque en la general los rossistas podrían aliarse, hoy también libran, uno por dentro del Frente para la Victoria y otro por fuera, una suerte de interna para dirimir la jefatura de la oposición al scottismo en el seno del PJ. “Nuestro verdadero objetivo es el 2011”, subrayan en el embrionario Frente Venadense, aunque admiten sus pretensiones de redondear una “sorprendente elección” para la Intendencia, y hasta de sumar una segunda concejalía para el sector. En este sentido, no es casual que el eslogan de la campaña vianista haya sido “hombre de gestión”. Así como Freyre consiguió instalarse en la sociedad como un hacedor, a pesar de integrar desde hace ocho años una administración sin mucho que exhibir, también el gremialista se muestra con dotes ejecutivas en la gestión del Sindicato de Luz y Fuerza y sus entidades vinculadas, como así también en la Cooperativa Eléctrica, sobre todo con el impulso de la reforma democratizadora que tanto disgustó al scottismo, desde que liberó a Viano de las críticas de un sector de la prensa local.
Concepto de gestión
Una manifestación de las nuevas tendencias electorales acaba de darse con el empresario Mauricio Macri en la Capital Federal, que en las recientes elecciones de jefe de gobierno aplastó nada menos que al candidato del presidente Kirchner, a partir de la exitosa y mediática gestión de una década en Boca Juniors. Sin embargo, nadie objetó al líder del derechista PRO por su olvidable gestión como legislador porteño. Por el contrario, en función de los resultados, podría decirse que jugó a su favor que muchos electores ni siquiera supieran de su condición de diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este mismo fenómeno es el que podría afectar -injustamente- las perspectivas de Enrico, Meier y Hernández. En diciembre próximo, Lisandro redondeará ocho años como concejal, en tanto que el Tío y Delfor acumularán seis. Mientras tanto, Scott apenas si calentó la banca (1993/95) antes de saltar al Sillón de Aufranc, y Freyre menos aún, ejerciendo solo el primer semestre de 2004 la concejalía que recién debería completar a fin de año. ¿Sería hoy un postulante con tantas pretensiones de haber continuado en la banca?
Un intendente como Scott, que ni siquiera acude a la inauguración de las sesiones legislativas anuales, que solo recurre al Concejo cuando le es indispensable, que retrasa el pagos de haberes a los ediles y que les oculta información clave para las tareas de control, impide en forma sistemática una óptima gestión legislativa, obstaculizando el lucimiento y la proyección de los dirigentes con apetitos de llegar a la Intendencia. Antes, por necesidades de instalación pública, se suponía que había que pasar por el Concejo para luego tener expectativas de acceder a la Intendencia. Hoy habría que revisar el concepto, al menos con mandatarios como Scott, y con sociedades adormiladas que no condenan estas actitudes divorciadas de los principios democráticos y republicanos.
Con una vasta trayectoria en la gestión parlamentaria, los ediles de la oposición, sobre todos los jefes de los distintos sectores, están sometidos a un creciente deterioro de su imagen, condenados a elaborar proyectos que el Departamento Ejecutivo jamás reglamenta; obligados a fiscalizar al mismo intendente que no les brinda la información indispensable; expuestos a manifestar numerosas críticas y no exhibir ninguna obra palpable -para ese rol está la Intendencia- y sin siquiera resultar reconocidos por la dedicación exclusiva a la función legislativa, como en el caso de Meier y Enrico, quienes a pesar de las adversidades, confían en bajarle los humos al reforzado aparato oficialista y extender en 90 días la incertidumbre por la Intendencia.
(Publicado el viernes 29 de junio de 2007 en diario El Informe de Venado Tuerto)
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