En la noche del viernes último, una colmada sala Castalia, en la Biblioteca Popular “Florentino Ameghino”, fue testigo de la presentación del libro “El salto institucional”, del abogado, poeta y escritor Pablo Enrique Nirich. Con la conducción de Roberto Cassane y la participación como panelistas de los periodistas Juan Di Paolo y Juan Franco, el acto comenzó con una pormenorizada y enfática introducción del autor, que reveló entretelones de la construcción del libro, iniciado sin mayores pretensiones que resumir en un escrito las conclusiones de una charla circunstancial, pero que desembocó en un rico ensayo político, con poco de abstracto y mucho de tangible, porque apunta a la médula de la realidad argentina y aborda lo que, según Nirich, es uno de los grandes males nacionales: la falta de institucionalidad, abarcando no solo el escaso apego de los argentinos al cumplimiento de la ley (desde el más alto mandatario hasta el más humilde de los ciudadanos), sino también la relativa influencia de los organismos de control de los poderes ejecutivos, tales como el devaluado Congreso de la Nación y el Poder Judicial en su área penal, siempre condescendiente con la corrupción en la función pública. Puntualiza asimismo el autor que en las desmesuras y ambiciones hegemónicas de los gobernantes de turno, también inciden otros entes fiscalizadores (Auditoría General de la Nación, Sindicatura General de la Nación; Unidad de Información Financiera, Oficina Anticorrupción, Defensoría del Pueblo, Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, entre otros), cuya excesiva dependencia del Poder Ejecutivo conspira contra el cumplimiento de sus cometidos específicos. “La institucionalidad no es de izquierda ni de derecha, porque no hace a los contenidos de la acción de gobierno, sino al método o a la forma de la relación entre los ciudadanos y entre los distintos actores políticos”, establece Nirich en su obra, que contó con la presencia de numerosas figuras políticas locales y regionales en la presentación, como el intendente José Freyre; el senador provincial Ricardo Spinozzi; la directora regional de Educación, Mabel Caula; el secretario de Promoción Comunitaria, Pedro Bustos; y los concejales Norma Orlanda y Fabián Vernetti, entre otros.
Luego de los capítulos más conceptuales sobre la institucionalidad, a la que ubica entre las demandas de segundo orden, Pablo Nirich formula una crítica frontal al movimientismo que encarna el peronismo y a la ortodoxia sindical ligada al PJ, además de enumerar un listado de transgresiones del gobierno kirchnerista, y si bien desliza reproches a la Unión Cívica Radical y a las expresiones de la izquierda y la derecha, algunos participantes consideraron injusta la afirmación contra el justicialismo, y lo hicieron saber, como Di Paolo primero y Víctor Ubalton, más adelante. “En la jerarquía de valores del peronismo, la defensa y consolidación del sistema normativo constitucional tiene un rango inferior con respecto al acceso y conservación del poder”, escribe el autor, para disgusto de los discípulos del General. Ese momentáneo cruce -tenso pero no menos respetuoso- marcó uno de los segmentos más atractivos del debate posterior a los comentarios iniciales de Nirich, Di Paolo y Franco, y lo más destacable es que el propio Nirich se ocupó de generar el contrapunto, invitando a referentes justicialistas que, sin dudas, iban a cuestionar su tesis, aun cuando el abogado rescató la “revolución social” que propició el primer gobierno peronista.
También había en la sala varios representantes del Poder Judicial, que digirieron filosos señalamientos: “Hay miedo para juzgar a poderosos y a funcionarios públicos”, sentenció el creador de “El salto institucional”. Más adelante indicó que “el problema policial no se resuelve desde la policía. No hay política policial sin política judicial penal (…) La solución real está en la etapa de selección de magistrados y funcionarios, de jueces y fiscales”. Y lamentó luego que, más allá de la elogiable renovación de la Corte Suprema pergeñada por Néstor Kirchner a poco de asumir la Presidencia de la Nación, ese impulso original se paralizó, sin llegar la depuración hasta los estratégicos juzgados federales.
Si bien Pablo Nirich planteó que el cambio de paradigmas podría apurarse a partir de la irrupción de las nuevas generaciones en la vida política, se percibió en la noche del viernes la coincidencia generalizada en la dificultad de la empresa, por tratarse -el incumplimiento de la ley- de un hábito tan arraigado en la dirigencia, bajando las expectativas de que el progreso se genere en función de la ejemplaridad, es decir desde arriba hacia abajo; en tanto que el senador Spinozzi advirtió que, entre los principales reclamos de la ciudadanía, la calidad institucional no figura en los primeros puestos, dando a entender que tampoco el salto pretendido por el autor podría surgir desde las bases de la sociedad. Así lo sentencia Nirich en el texto, cuando afirma que “el incumplidor de las normas actúa sin un gran sentido de culpa. Opera en el marco de que no está socialmente prestigiado el acto de cumplimiento de las leyes”.
Sin embargo, no se deja arrastrar por el pesimismo, y concluye manifestando que “muchos argentinos estamos madurando nuestra frustración de no desarrollarnos como un gran país. Estamos más dispuestos a la aceptación del cambio y a la adopción de nuevas pautas de conducta. Como ciudadanos somos concientes de que los argentinos podemos hacer mejor las cosas”.
(Publicado el lunes 27 de junio de 2011 en El Informe de Venado Tuerto)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario