A varios días del espectacular robo de más 136 cajas de seguridad en una sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires (Bapro), del barrio porteño de Belgrano, no cesa el asombro por la precisión ingenieril de los boqueteros, ni la impotencia de los clientes damnificados, ni la sorpresa de los expertos en seguridad por las flaquezas en los controles. Uno de ellos es el comisario general (RE) Dionisio Rubio, que décadas atrás se desempeñó en el área de Seguridad Bancaria de la Policía provincial, y que hoy, al mando de una agencia de vigilancia privada venadense, mantiene la misma obsesión por estos temas. Consultado sobre el audaz golpe del 2 del corriente, Rubio consideró que, salvo algunas excepciones, “ni siquiera se están cumpliendo las medidas de seguridad bancarias que prevé una ley de varias décadas de antigüedad, así que mal podíamos esperar que el Banco Central hiciera cumplir con prontitud las medidas impuestas en la reforma de dicha ley, sancionada a fines de septiembre último. Aunque cueste creerlo, el Central alega que el plazo para la entrada en vigencia de las nuevas prevenciones debe contarse en días hábiles y no corridos, pero en este marco de vulnerabilidad, sea por salideras o por boqueteros, tendrían que haber actuado de inmediato”. Y enseguida aclaró que puede haber contemplaciones en los requisitos para habilitar un pequeño negocio de barrio, “pero los bancos cuentan con recursos suficientes como para ejecutar con rapidez las reformas exigidas y así resguardar con máxima eficiencia los ahorros de los ciudadanos”, advirtió. Por otro lado, y evaluando el caso en detalle, el especialista planteó que “faltó el trabajo de inteligencia sobre las maniobras de estos delincuentes en la preparación de un gran asalto. Nadie hizo un trabajo sistemático de identificación del vecindario de la manzana donde está ubicada la sucursal bancaria, por ejemplo, si en las inmediaciones había salones o galpones desocupados, o inquilinos que van y vienen, y nadie conoce en la zona, aunque se escuden en supuestos emprendimientos comerciales. Esto puede parecer elemental, y hasta obvio, pero en este caso ese protocolo, tal vez por falta de presupuesto, no se cumplió”.
“Es notoria la ausencia de un servicio de inteligencia, pero no para perseguir a los ciudadanos -aclaró-, sino para proteger sus ahorros. Se trata de gente que no quiere guardar dinero o joyas en su casa por la inseguridad y que tampoco se quiere ir del país. Entonces los bancos, con la regulación del Estado nacional, les tienen que ofrecer todas las garantías”, razonó.
Dionisio Rubio analizó que se observaron otras debilidades, como las alarmas que se activaron en los días previos ante el movimiento de los intrusos, y la policía, en lugar de ingresar para efectuar un chequeo junto con las autoridades bancarias, las ignoró. Luego apuntó que otro grueso error es la falta de personal de seguridad dentro del banco, más aún en los feriados largos, pues más allá de cámaras y sensores, “la presencia de un agente experimentado es indispensable para extremar los resguardos”, y de ningún modo es una excusa que los cambios de guardia puedan facilitar el ingreso de asaltantes, pues ese recambio puede controlarse sin sobresaltos. “Con personal de seguridad en el interior, es posible una comunicación permanente con una central, cada media hora por ejemplo, y si ese guardia fuera reducido por una banda, no se produciría la comunicación, con lo cual actuaría de inmediato la policía, o ante una comunicación vigilada, el custodio podría apelar a un código o clave para advertir de la situación”, consignó el director de SIVPA. “Las cámaras son una herramienta válida, pero van por detrás de los hechos, sirven para conocer cómo se produjo el robo y ayudar a la reconstrucción del episodio una vez que el delito se cometió. Al menos yo no conozco ningún banco que tenga un monitoreo en tiempo real de sus distintas dependencias. Por eso siempre insisto en la importancia de contar con agentes dentro del banco para asegurar un mayor control de las instalaciones”, acotó. “No olvidemos que la seguridad bancaria se compone de una arista física, como el tipo de concreto de las bóvedas, o la distribución de las cajas de seguridad; una tecnológica, con cámaras y sensores; y una humana; basta la ausencia de una de ellas para facilitar la tarea de las bandas boqueteras”, estableció el ex comisario venadense.
(Publicado el viernes 7 de enero en diario El Informe de Venado Tuerto)
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