Bolichebus, frenados por el miedo "al que dirán"

Hacía un buen tiempo que el proyecto de implementar los “bolichebus” para los fines de semana venadenses daba vuelta en los despachos de la Intendencia, pero siempre había un motivo para postergarlo. Hasta que el secretario de Legal y Técnica, Juan Vidal -cuya área de incumbencia no tiene ningún parentesco con el transporte público-, se decidió, con el aval del intendente José Freyre, a lanzarlo públicamente, al mismo tiempo que lo derivaban al Concejo -ya está en comisión-, en busca del indispensable consenso político en un tema tabú que tantas prevenciones había generado en el seno de la Intendencia.
En principio, la iniciativa es interesante, pues contribuiría a la seguridad de los asiduos concurrentes a los boliches bailables de la Ruta 8, que suelen dirigirse a los mismos en cajas de camioneta, en moto o a pie -sobre todos los más chicos-, muchas veces por encima del pavimento. Otro aspecto que justificaría la propuesta municipal es la abusiva tarifa que cobran los remises en las noches de sábados y madrugadas de domingos, con la discrecionalidad de ajustarlas -hasta un ciento por ciento en algunos casos- a la hora del regreso. Más aún, en esas noches del fin de semana, los remises suelen rechazar los viajes cortos, a la espera de las más redituables excursiones hasta los boliches.
Con poco dinero en los bolsillos después de la entrada y las bebidas, a veces ni siquiera alcanza con la estrategia de los “autos compartidos” y entonces se apela a las fórmulas más temerarias -hasta “hacer dedo”-, que suelen acarrear desagradables cosnecuencias.
Sin embargo, en la Intendencia temían reacciones desfavorables, por ejemplo, de los que saldrían a cuestionar este planteo por incentivar las andanzas noctámbulas de los jóvenes, al mismo tiempo que subsiste un mediocre sistema de transporte urbano de pasajeros y, hasta ahora, un deficiente control de los vehículos de alquiler. Algunas manifestaciones en tal sentido ya se escucharon, pero no hay que confundirse. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Optimizar el funcionamiento de los colectivos requiere una fuerte inversión para adquirir unidades nuevas, rediseñar los recorridos y, desde ya, establecer partidas para subsidiar el servicio -sea estatal o mixto-; en cambio, los “bolichebus” tienen otro objetivo, más vinculado a la seguridad y la contención de los adolescentes en la noche. Y, desde ya, es más factible de instrumentar en el corto plazo, aunque la Municipalidad no debería desatender los consejos remiseros -los más prudentes-, aunque se originen en el disgusto ante una competencia inesperada. Por eso, así como no se debería insistir con el discurso de la “tolerancia cero” en el tránsito, si no existen los recursos o la vocación política para sostener tamaño compromiso, también es imprudente lanzar un servicio -con independencia de sus loables objetivos- con unidades o choferes que no reúnan los requisitos mínimos, porque ese sería el mejor argumento para desactivarlo a poco de andar. Asimismo, como no hay margen para el voluntarismo ni la ingenuidad, es preciso anticiparse a los acontecimientos y entender que no bastará con un chofer en soledad, sino que el sistema necesitaría contar con vigilancia de refuerzo para calmar los previsibles desórdenes en el interior del micro, pues los primeros disturbios que podría precipitar el cóctel de alcohol y conductas de masas, también podrían atentar contra la continuidad de una buena idea, pero que está plagada de potenciales efectos secundarios. Con el correr de los días, se comprobará si se impone la valentía política para instrumentar el servicio, a pesar de todo, o si predominan los temores por los benditos costos políticos.

(Publicado el viernes 20 de marzo de 2009 en El Informe)

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