Con un discurso que atrasa, Scott se aleja del "estilo K"

Demostrando que es un político de raza, el intendente Scott cierra el año como esos boxeadores que después de soportar una avalancha de golpes se paran en el centro del ring y muestran la mejor sonrisa ante el rival y el jurado para ocultar su fuerte estado de confusión. Con esa lógica de supervivencia se comportó tras la derrota que en octubre último le birló el precioso poder de veto y, además, consolidó el crecimiento electoral de sus dos grandes adversarios: el lucifuercismo, en la interna peronista, y Pueblo, por fuera. Dispuesto a no reconocer el revés, Scott dio marcha atrás con los cambios previstos en el gabinete. Ya estaban decididos, incluso se habían barajado nombres, pero la pésima elección oficialista -renovaba dos bancas y retuvo apenas la de Pedrola- obligó a postergar el Operativo Renovación.
Confiado en su buena estrella, la que le permitió dominar la escena política venadense durante una década, un Scott falto de reflejos no se detiene a evaluar las transformaciones de la realidad, e insiste con un estilo pendenciero y un discurso derechoso prekirchnerista. Ni siquiera la apología venadense -presuntamente independiente- publicada en la revista Viva causó tanta conmoción como sus declaraciones a La Capital y otros medios de las grandes urbes, donde reforzó la autoritaria teoría de la “mano dura controlada”, junto a promesas de bienvenida a tiros sobre militantes de derechos humanos que podrían tocar el timbre de su casa. No contento con ello, denostó al diputado nacional Miguel Bonasso, uno de los preferidos del presidente Kirchner, y reivindicó nada menos que al policía Luis Patti. En un abrir y cerrar de ojos, Scott -ya demandado por definiciones del mismo tenor- se arriesgó al aislamiento político del omnipresente pingüinismo, sin darse cuenta de que hasta el propio senador Carlos Reutemann hace tiempo que demuestra absoluta sumisión al férreo poder presidencial.
No hay dudas de que Scott no encaja en el estilo K. Y hasta en las herméticas entrañas oficialistas aceptan a regañadientes que la ciudadanía venadense podría demandar un cambio en 2007. Ya no más confrontaciones estériles ni discursos autoritarios. Y qué mejor figura de recambio que José Freyre, piensan. Mesurado, con más semejanzas con el pueblense Roberto Meier que con Scott, Freyre se siente en condiciones de ser el candidato a intendente del scottismo y sólo espera el convite del líder. Pero sin posibilidades de tomar distancia -mucho menos de mostrar diferencias- con el jefe, esa vigilia también lo expondrá durante un largo año a cargar políticamente con las buenas y las malas de la gestión. ¿Si el venadense apuesta a la renovación después de 12 años, se conformará con un cambio de estilo sin salir del scottismo?, es la pregunta que debería desvelar a José Luis y su troupe. En tanto, lucifuercistas y el Tercer Sector se frotan las manos imaginando que el eclipse del Mago podría llevarse puesto también a su delfín.
Como sea, ya no puede atribuirse a la casualidad que el supersecretario se haga cargo de los grandes asuntos municipales, como lo hizo este miércoles retrucando a los concejales por la reprobación del convenio con los abogados Albarracín. En un alarde de fortaleza de carácter, Freyre colocó en las antípodas del scottismo al pacto De Mattía-Viano, resguardando al ascendente Pueblo, que también selecciona los dardos más venenosos para radicales -en el peor momento desde su salida del gobierno en 1995- y eléctricos, antes que para el elenco scottista. Tanto es así que el propio líder pueblense, tal vez con el ánimo de marcar la cancha, incurrió semanas atrás en una sobreactuación al optar por Scott en desmedro de Viano, en una innecesaria invasión de la interna peronista. En el curso de este mes, el Tío también anticipó su estrategia para la carrera a la Intendencia con dos resonantes votaciones: la presidencia del Concejo y el caso Albarracín. A partir de ellas, está claro que pretende mostrarse como el paladín de la racionalidad, como la renovación política pos-scottista, como el candidato de la gobernabilidad. Es una apuesta bastante riesgosa. La confrontación cuerpo a cuerpo con el scottismo fagocitó casi hasta la extinción a la UCR en la última década. Pero también es cierto que una sobresaliente concejala como “Chola” Guaci acabó en el ostracismo político por no despegarse a tiempo del abrazo de oso de Ernesto De Mattía. Mientras ella privilegiaba los intereses municipales por encima de sus diferencias con el intendente radical, el entonces flamante concejal Roberto Scott torpedeaba sin piedad la incipiente obra de agua potable y los restos de un BID que se desmoronaba.
Hoy, en la primera reedición del siglo XXI de aquella novela de los noventa, el rol bonachón de Chola lo cumplen el Tío y Poroto, y el personaje implacable de Roberto Alcides se lo disputan Delfor, Lisandro y Patricia, aunque, según Freyre -ya no tan bonachón-, estos últimos no son más que títeres de Ernesto De Mattía y Jorge Viano.
Próximos capítulos develarán la compleja trama de esta atrapante historia que acabará, con un nuevo intendente, en la primavera de 2007.


(Publicado el viernes 30 de diciembre de 2005 en diario El Informe de Venado Tuerto)

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