Con los municipales, Freyre se calzó los guantes y no puso la otra mejilla

Los reclamos salariales de los trabajadores municipales, que están jaqueando a varios gobiernos de la región, también se manifestaron en nuestra ciudad una semana atrás, con la amenaza furiosa de un paro general de actividades por la demora en el cobro de los haberes de diciembre último. El anuncio de la medida de fuerza sorprendió a todos, no sólo por las promesas de pago de las autoridades, sino también por las conocidas relaciones amistosas del referente gremial Francisco Villalba con el oficialismo scottista. “Todo tiene un límite”, disparó el indignado intendente José Freyre, que esa mañana de viernes se sintió tocado en lo más íntimo. Es que el scottismo no sufrió tanto con la oposición política como con los paros de los propios empleados municipales, empezando por el de mediados de enero de 2002, cuando la huelga sacudió a la administración venadense en medio de la crisis económica nacional, y también en julio de 2005, cuando el gremio local se adhirió a una medida de fuerza provincial impulsada por la Festram, que malhumoró al entonces intendente casi tanto como las solicitadas del lucifuercista Jorge Viano.
“Ahora prefiero hablar con los empleados directamente”, bramó Poroto, desde el Sillón de Aufranc, con pocas ganas de poner la otra mejilla. Más bien, puso el grito en el cielo ante el inesperado desafío, y ni siquiera se salvó Scott, quien recibió las esquirlas del tiro por elevación de Freyre sobre la cúpula sindical de avenida Lisandro de la Torre: “Seremos inflexibles con las licencias gremiales… en este momento tienen 12 delegados, cuando les corresponden seis, es decir que no hay más privilegios para nadie”.
Según la versión oficial, en estos escarceos de combate promovidos desde la ATM, también influye una interna gremial entre los grupos que pugnan por la sucesión de Pancho Villalba, en particular del sector más combativo que tiene sus trincheras en el área de Servicios Públicos. También habría resistencias en las filas sindicales a los ensayos de reasignación de funciones y cambios de horarios, como era previsible con la incorporación en la primera línea de los Poroto ‘Boys de dos empresarios, como el jefe de Gabinete, Hernán Roma, y el secretario de Servicios Públicos, Raúl Debonis, concientes -en línea con el pensamiento de Freyre- de que jamás contarán con tanto poder político como en los seis meses iniciales para cortar de cuajo con los caudillismos enquistados.
Sin embargo, estos estallidos no sólo son atribuibles a la baja recaudación estacional, las internas gremiales y la decisión política de imponer los intereses de la ciudadanía por sobre la corporación sindical, sino que influyen otros factores, como la incapacidad del largo reinado scottista para anticiparse a situaciones más que previsibles de la actualidad. En este sentido, sobresale la mala distribución del gasto público (basta repasar las últimas ejecuciones presupuestarias) y el absurdo congelamiento de las tasas municipales, que hace pocos meses era presentado como una virtud de la administración, y apenas transcurridas las elecciones, el aumento de los tributos se convirtió en una impostergable cuestión de Estado.
En este tempranero enfrentamiento con el gremio municipal, como así también en el armado de la porotista químicamente pura Secretaría de Promoción Comunitaria (contempla una auspiciosa estructura horizontal e integrada), Freyre asoma como el referente de un nuevo estilo de gobierno, con pocos puntos en común con su antecesor, pero corre el serio riesgo de desgastarse en forma prematura ante una escalada de asuntos irresueltos que jamás podrá achacarle al omnipresente padrino político.
Mientras tanto, la oposición se tomó vacaciones hasta marzo, donde todo volverá a empezar, con el disciplinado cuarteto oficialista; los antagónicos monobloques de la peronista disidente Patricia Romero y el radical Delfor Hernández; y el flamante terceto socialista de Oscar Pieroni, Fabián Vernetti y Roberto Meier, aun cuando en la práctica actuarían como un dueto y un solista, que no siempre interpretarán idéntica partitura, como en los últimos tiempos del disuelto movimiento Pueblo.

(Publicado el viernes 18 de enero de 2007 en diario El Informe)

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