Es una buena noticia el feliz estreno de los bolichebus en los fines de semana venadenses. La iniciativa, surgida de la Intendencia, es creativa, oportuna y necesaria. No hacía falta que fuera brillante e inédita, bastaba con satisfacer una demanda comunitaria. Y así lo interpretó también el Concejo, aun con mayoría opositora, cuyos integrantes apuntalaron la propuesta desde el vamos, incluso ofreciendo opciones para optimizar el proyecto original. Es que los adolescentes, una vez en la calle, se disponen a usar cualquier método a su alcance -hasta los más riesgosos- para desembarcar en los boliches, y no todos los padres disponen de vehículos propios para trasladarlos en esas andanzas noctámbulas, o bien no están en condiciones de estar levantados a esas horas. Ni pueden abonar cada semana el costo de los remises compartidos. A veces, como la familia contribuye con lo justo para sostener la diversión de los chicos, éstos tratan de ahorrar el dinero del viaje para invertir esos pocos pesos dentro del boliche, y optan por medios más o menos peligrosos para el traslado. Entonces, es necesaria y oportuna la intervención del Estado municipal para facilitar que todos los adolescentes puedan arribar, sin riesgos ni privaciones, a estos espacios de diversión, cuyos propietarios podrían aportar una parte ínfima de sus ganancias para ayudar a financiar los bolichebus, que les garantizan más clientes, y con más dinero en los bolsillos.
Más allá de las excesivas ponderaciones de los mentores del novedoso servicio de transporte nocturno sobre el comportamiento de los chicos -esa era la gran preocupación de los gobernantes-, en verdad no se dieron situaciones alarmantes, ni mucho menos, y en este sentido habría sido un acierto que la custodia, en lugar de viajar a bordo del bolichebus, se desplace en una unidad móvil de apoyo, a una prudente distancia, alerta para actuar -ante la mínima señal del chofer- por cualquier desorden entre el pasaje.
Sin embargo, en el transcurso de esta prueba piloto, las autoridades municipales tendrán que demostrar que las fatigadas unidades están en condiciones técnicas para transitar en horas de la madrugada por rutas nacionales, como lo reclaman los resignados remiseros, que se dieron cuenta a tiempo de que se hubieran ganado el repudio de la gente si adoptaban alguna acción de protesta contra la circulación de los bolichebus. Luego, por encima de las pretensiones de los circunstanciales perjudicados en su negocio, la Municipalidad, que ejerce el poder de policía en estas cuestiones del transporte urbano, debe ser la más celosa en el mantenimiento de sus propias unidades, tanto en el orden técnico como legal. Asimismo, deben saber las autoridades que con la implementación de este servicio nocturno para favorecer la seguridad de los adolescentes y la tranquilidad de sus familiares, se redoblarán los planteos por un servicio diurno de transporte urbano de excelencia, incluyendo desde unidades modernas y climatizadas, hasta recorridos y frecuencias inobjetables. Sólo cuando este sistema municipal -con el subsidio correspondiente- conecte con la deseable eficiencia los puntos más distantes de la ciudad, resultará menos doloroso que una familia padezca, en nombre de la intermitente tolerancia cero, el secuestro del ciclomotor por utilizarlo, con el riesgo consiguiente, a modo de improvisado colectivo para trasladarse junto con los suyos a una escuela, a la plaza mayor, o al Hospital.
(Publicado el miércoles 6 de mayo de 2009 en El Informe)